La reciente apertura de un centro dedicado a dar pasajes gratuitos de un sólo trayecto (Reticketing Center) ha sembrado la confusión, ya que se perfila como una de las únicas opciones —junto con las nuevas “zonas de espera”— para los inmigrantes recién llegados que se ven obligados a abandonar sus centros de acogida cuando llega el frío.

Emma Whitford

Un grupo de amigos de Mauritania muestran un trozo de papel que les dirigía al centro de cambio de billetes de East Village el 1 de noviembre.

Este artículo se publicó originalmente en inglés el 2 de noviembre. Traducido por Daniel Parra.
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Abd Razagh Aw durmió en la calle el día de Halloween, a las puertas de una mezquita en el Bronx.

Era su primera noche durmiendo a la intemperie desde que llegó a Nueva York en julio, explicó Aw, originario de Mauritania, en francés a través de un traductor. Al día siguiente, se dirigió al 185 East 7th St. del East Village, con la esperanza de conseguir una cama para pasar la noche.


El edificio, que antes era la escuela St. Brigid, cerca de Tompkins Square Park, funciona desde el 21 de octubre como un centro dedicado a dar pasajes gratuitos de un sólo trayecto (Reticketing Center), gestionado por la Oficina de Gestión de Emergencias (OEM por sus siglas en inglés) de Nueva York.

Ofrecer a los inmigrantes recién llegados boletos para salir de Nueva York ha sido el procedimiento habitual desde que las familias y los adultos solteros empezaron a llegar en grandes volúmenes a principios de 2022. Sin embargo, este centro específico ha sembrado la confusión y se ha convertido en una de las únicas opciones para las personas que se ven obligadas a abandonar sus refugios cuando llega el frío.

Aw sabía que la escuela St. Brigid era un lugar para obtener pasajes fuera de la ciudad, pero fue de todos modos en busca de refugio. “Vinimos aquí para ver si podíamos conseguir un hotel, o una habitación, gratis. Eso es todo”, dijo.

Según la alcaldía, actualmente hay más de 65.000 solicitantes de asilo alojados en instalaciones municipales, lo que eleva la población total de los centros de acogida a más de 120.000 personas, frente a las 60.500 de enero de 2022. 

Desde julio, el alcalde Eric Adams ha emitido varias directivas que limitan el tiempo que los adultos —y, más recientemente, algunas familias con niños— pueden permanecer en un refugio antes de tener que hacer las maletas y, si siguen necesitando un lugar donde quedarse, solicitar una nueva ubicación. 

La administración ha dicho que no tiene alternativa, dadas las limitaciones de espacio, y se ha comprometido a acompañar los límites de 60 y 30 días de los refugios con una gestión intensificada de los casos para ayudar a las personas a situarse en Estados Unidos. Hasta ahora se han emitido más de 21.800 avisos a adultos, según la alcaldía. 

El centro dedicado a dar pasajes en el antiguo edificio de la escuela St. Brigid está destinado a atender a los solicitantes de asilo a quienes se les ha vencido el plazo de estadía, según un memorando distribuido el 27 de octubre por la Legal Aid Society, en el que se transmitía información que la organización había obtenido de la administración Adams.

Emma Whitford

El antiguo edificio de la escuela St. Brigid, cerca de Tompkins Square Park, funciona desde el 21 de octubre como un centro dedicado a dar pasajes gratuitos de un sólo trayecto (Reticketing Center), gestionado por la Oficina de Gestión de Emergencias (OEM OEM por sus siglas en inglés).

Además, nuevas instalaciones sin camas, denominadas “zonas de espera” (waiting areas), ofrecen a los adultos un lugar donde esperar a que se les asigne un nuevo refugio dentro de la ciudad de Nueva York. 

Una de ellas se encuentra en el 4006 de la Tercera Avenida, en el barrio de Bathgate, en el Bronx. City Limits no pudo confirmar al cierre de esta edición si una segunda instalación, en una antigua iglesia de Astoria, Queens, seguía abierta ofreciendo los mismos servicios. 

Casi 8.500 adultos han visto expirar sus avisos de 30 o 60 días hasta ahora, y menos del 23 por ciento de estos siguen bajo el cuidado de la ciudad, según la oficina del alcalde. 

Joshua Goldfein, abogado de Legal Aid Society, dijo que el nuevo sistema de pasajes y “zonas de espera” ha sido increíblemente confuso. Su organización se encuentra actualmente en mediación judicial con el gobierno de Adams, después de que el alcalde renovara a principios de octubre la petición de suspender los derechos de acogida de los adultos.

La ciudad de Nueva York está obligada a proporcionar una cama en un refugio a cualquier persona que lo necesite, al menos temporalmente —como parte de un conjunto de normas que surgieron de un decreto de consentimiento de 1981 en el caso Callahan contra Carey, que afectaba a hombres adultos solteros. 

Legal Aid Society ha mantenido que los avisos de 30 y 60 días cumplen con lo estipulado en Callahan siempre que una persona reciba una nueva estancia cuando se acabe su tiempo. Pero esto no estaba sucediendo hace tan sólo unos días, según Goldfein, con personas atrapadas “en sillas toda la noche” en estas nuevas instalaciones. 

“Si ellos [la alcaldía] quieren hacerlo de esta manera, entonces como mínimo su obligación legal es ofrecer a la gente una acomodación al final del día si no tienen a dónde ir”, dijo. 

Según Legal Aid, la gente ha estado recibiendo acomodaciones de forma más eficiente en los últimos días. El problema se agravó temporalmente debido a que el departamento de bomberos cerró algunos refugios por violaciones del código en las últimas semanas, dijo la organización. Sin embargo, los inmigrantes que trataban de navegar por el sistema la semana pasada se mostraban cansados, frustrados y confusos.

El miércoles por la tarde, Hugo Báez, de 45 años, se pasó por el centro dedicado a dar pasajes de St. Brigid para ver si podía volver a solicitar refugio, en previsión de que su alojamiento actual expirara en unos días. Pero su visita duró menos de 10 minutos y se marchó enfadado y decepcionado.

“Quieren tratar de inventar y convencer a las personas de que te largues de Nueva York”, dijo a City Limits en español. 

“‘¿No tienes otro otro lugar? bueno yo te doy pasajes para Los Ángeles. ¿O quieres Washington? ¿O quieres Texas? Para eso es que mandan a la gente para acá”. 

Un trabajador de St. Brigid le dijo a Báez que se calmara, añadió, pero él no lo toleraba: “Él… me dice: ‘Amigo, cálmese’. No amigo, primero [dime] ¿hay refugio o no hay refugio?”. 

Báez se resiste a abandonar la ciudad, ya que acaba de empezar a trabajar en su caso de inmigración aquí. “Apenas estoy haciendo mis documentos (y) tú vas a querer que me largue para empezar de cero en otro lugar,” dijo.

Jairo, de 30 años, y Gabriel, de 24, pasaron la noche del martes durmiendo fuera de un gimnasio de Astoria, entre motos, antes de dirigirse a St. Brigid el miércoles por la mañana.  

Una vez dentro se enteraron de que podían salir de la ciudad con ayuda de la alcaldía o esperar todo el día a que les dieran una estadía por una noche. Rechazaron ambas opciones y decidieron dirigirse al centro de Bathgate, en el Bronx, siguiendo el consejo de un amigo. “Es todo mentira”, dijo Gabriel en español. 

Otros probaron suerte en el Hotel Roosevelt de Manhattan, un centro de acogida para inmigrantes necesitados de refugio que acaban de llegar a Nueva York. 

Cristian, quien pidió que no se revelara su apellido por temor a represalias, vio cómo su aviso de 30 días expiraba el 30 de octubre, lo que le obligó a abandonar su albergue en Midtown Manhattan. Acudió al Roosevelt, y posteriormente fue dirigido al Bathgate.

Daniel Parra

Cristian en el exterior del Hotel Roosevelt el 1 de noviembre, donde recibió una pulsera de papel verde fosforescente que le daba refugio por tercer día consecutivo.

El miércoles, dijo, era su tercer día consecutivo yendo y volviendo a aplicar. La rutina consistía en levantarse a las 4 de la mañana para llegar a tiempo a su trabajo en una floristería de Manhattan. Al final del día, sobre las 3 de la tarde, volvía al local de Bathgate para recoger sus tres maletas, con toda su ropa y algunas herramientas de trabajo. 

Luego tomaba el tren de vuelta al Hotel Roosevelt para ser procesado de nuevo, recibía una pulsera de papel verde fosforescente y volvía a Bathgate. “Así ha sido durante los últimos días”, dijo en español. 

Los inadecuados servicios de traducción han empeorado las cosas, según Jamie Powlovich, directora ejecutiva de la Coalition for Homeless Youth. Actualmente está ayudando a jóvenes adultos que han inmigrado desde África y hablan lenguas como el wolof o el fular. 

“Hay jóvenes que no están recibiendo la información correcta, y otros que nos informan a nosotros y a los otros voluntarios de lo que se les dice, y parece que algo se pierde en la traducción”, dijo.

En St. Brigid, los inmigrantes mostraron los trozos de papel que recibieron en los refugios, algunos en idiomas que no hablan, como el inglés, en los que se les indicaba que fueran al centro dedicado a dar pasajes.

En un comunicado, la portavoz del alcalde Kayla Mamalek dijo que la administración Adams está haciendo todo lo posible para “retrasar lo inevitable” de las personas que duermen en las calles de la ciudad. 

“Esto incluye la creación de un centro dedicado a dar pasajes para inmigrantes”, dijo. “Aquí, la ciudad está redoblando los esfuerzos para comprar pasajes para los migrantes con el fin de ayudarles a dar los siguientes pasos en sus viajes. Además, hemos establecido zonas de espera para quienes han abandonado nuestro sistema de acogida y ahora piden volver”. 

En una rueda de prensa celebrada el martes, el alcalde Eric Adams describió el centro dedicado a dar pasajes como una “forma rentable de salir ganando”, que reduce una carga para los contribuyentes de la ciudad.

“Algunas personas quieren volver a su país de origen actual porque se han dado cuenta que cuando vienes a Nueva York, no te alojas automáticamente en un hotel de cinco estrellas”, dijo el alcalde  a los periodistas. Otros pueden querer reunirse con la familia en otro lugar del país, añadió. 

“No se trata de engañar”, dijo Adams. “No trata de ser perjudicial”. 

Enderson Leiva, de 28 años, llevaba dos meses intentando encontrar un trabajo estable, en vano. Visitó el centro dedicado a dar pasajes el miércoles, después de que expirara su estancia en el refugio en el Candler Building en Midtown, y solicitó un billete a Miami, donde dijo que su familia podía acogerle por unos días. 

“Me pidieron el nombre, el número de teléfono y la dirección de la persona que me acogería y eso fue todo”, dijo en español. 

Pero otros, como Aw, de Mauritania, quieren quedarse en Nueva York. 

Después de dejar St. Brigid el miércoles, explicó Aw en francés, acabó quedándose con dos amigos en un apartamento de Brooklyn. Piensa volver a dormir allí, pero no está seguro de cuánto tiempo podrá quedarse, ya que necesitaría dinero para cubrir una parte del alquiler. 

“Ahora mismo no soy feliz”, dijo el jueves a City Limits. “Nunca pensé que sería así. No estoy a gusto aquí”.

Este artículo contó con reportaje adicional de Belle Cushing.

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