Los inmigrantes están forzados a vivir en un sistema con restricciones arbitrarias que nos impiden avanzar en nuestra educación, tener una carrera estable y proveer para nuestras familias. Mientras tanto, nuestra comunidad es el conductor clave de la economía estatal.
Este artículo apareció originalmente en inglés. Translated by Ana Teresa Solá Rivière. Read the English version here.
Cinco años atrás, mis padres me trajeron a los Estados Unidos en busca de una mejor calidad de vida desde mi bello país, Colombia. Actualmente soy estudiante de primer año en Baruch College donde estudio ciencias políticas para ejercer una carrera en derecho migratorio y así ayudar a futuras generaciones de inmigrantes jóvenes a encontrar su camino en la sociedad. Soy la primera de mi familia en ir a la universidad en los EE.UU. y soy la hija mayor de mi familia y cargo muchas responsabilidades con este rol: apoyo a mi hermano y a mis padres en este país que ahora llamamos hogar.
Mi trayectoria, como la de muchos estudiantes inmigrantes, no fue fácil. Hubo muchos momentos donde quise expandir el acceso a oportunidades y beneficios para mi comunidad, sin embargo, estaba limitada por mi estatus migratorio. Por ejemplo, me salió una oportunidad de trabajo cuando era estudiante de la escuela secundaria pero no fui elegible porque no tengo seguro social. Me sentí atrapada dentro de un sistema migratorio fallido que me estaba frenando en un momento donde se supone que estaba trabajando para lograr mis sueños y potencial con mis compañeros de clase.
Después de graduarme de la escuela secundaria y comenzar mi primer semestre universitario, me di cuenta de los continuos retos que experimentaría debido a mi estatus migratorio: desde no tener acceso a la ayuda financiera federal para la universidad hasta tener opciones limitadas para trabajar. Las barreras pueden sentirse abrumadoras. Fui afortunada ya que mi maestra nos introdujo a mi madre y a mí a ImmSchools, una organización sin fines de lucro liderada por inmigrantes que apoyan a los estudiantes y a las familias indocumentadas mediante el desarrollo profesional, talleres centrados en los inmigrantes y la defensa de políticas favorables a los inmigrantes. Aquí pude ayudar a mis compañeros a navegar el proceso postsecundaria y compartir mi testimonio con educadores en las escuelas públicas de la ciudad de Nueva York. Esta experiencia me hizo percatar de todas las barreras sistémicas que existen para que los inmigrantes determinen su camino profesional.
Hoy día, leyes federales y estatales no permiten a inmigrantes indocumentados obtener permisos y licenciaturas profesionales para ser maestros, plomeros, enfermeros, sacrificando las inversiones que nuestro país hizo para nuestra educación. También limita nuestras contribuciones potenciales.
Aunque existen ciertas excepciones para los inmigrantes con protecciones temporales contra la deportación y permisos de trabajo bajo los programas de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA por sus siglas en inglés) o Estatus de Protección Temporal (TPS por sus siglas en inglés), estas iniciativas son precisamente eso, temporales y solo se extienden a una porción pequeña de los 100.000 inmigrantes indocumentados jóvenes en Nueva York que llegaron cuando eran niños —también conocidos como Dreamers, o Soñadores. Adicionalmente, si estos programas llegan a su fin, esos inmigrantes podrán perder sus permisos o no poder renovarlos debido a leyes estatales injustas.
Debido a estas políticas federales y estatales anticuadas, los inmigrantes están forzados a vivir en un sistema con restricciones arbitrarias que nos impiden avanzar en nuestra educación, obtener una carrera estable y proveer para nuestras familias. Mientras tanto, nuestra comunidad es el conductor clave para la economía estatal.
Hoy en día, unos 4.3 millones de inmigrantes viven en Nueva York —incluyendo 676.000 indocumentados solo en la ciudad y alrededor de medio millón de inmigrantes indocumentados son parte de la fuerza laboral esencial. Colectivamente, los inmigrantes pagan $61 mil millones de impuestos locales, estatales y federales cada año. Necesitamos políticas proinmigración que atraigan y retengan los talentos diversos de la comunidad migratoria mientras el estado de Nueva York se recupera de la pandemia.
La gobernadora Kathy Hochul, Andrea Stewart-Cousins, líder de la mayoría del Senado Estatal, y Carl Heastie, presidente de la Asamblea, deben aprobar legislación que dejará un impacto real en nuestra sociedad y fuerza laboral. Proyectos de ley como Empire State Licensing Act removerá barreras para que todos los neoyorquinos que quieran obtener licenciaturas profesionales o permisos necesarios para desarrollar sus especialidades o comercio lo puedan hacer. Este tipo de política también podría contribuir en gran medida a solucionar el estancamiento y la posible disminución de la población inmigrante en Nueva York.
También apelo a nuestros representantes congresionales para que aprueben reformas federales de inmigracion que le proporcionen seguridad a los jóvenes inmigrantes que han vivido aquí toda su vida para que puedan recibir una educación, construir sus carreras y lograr sus sueños. Estudiantes inmigrantes transitan por la escuela primaria y secundaria sin recibir los mismos recursos y apoyo que sus compañeros: nosotros tenemos la oportunidad de prepararlos para el éxito. Mientras culmino mi primer año universitario y planifico un futuro en el cual brindo apoyo a mi comunidad, los legisladores deberían reconocer el verdadero valor de los inmigrantes y activar reformas para un futuro acogedor y próspero.
Valeria Lugo es una estudiante de primer año en Baruch College. Tiene 18 años de edad y sueña con un mundo donde el estatus migratorio de ella y su familia no les impidan el acceso a oportunidades.