Mientras que la administración de Eric Adams ha estado emitiendo plazos en refugios para inmigrantes adultos durante meses, y para algunas familias con niños en hoteles como parte de una iniciativa separada, los desalojos del martes fueron los primeros en aplicarse a familias con niños siguiendo la política de la alcaldía.
Este artículo se publicó originalmente en inglés el 10 de enero. Traducido por Daniel Parra. Read the English version here.
Elizabeth León tenía cita con el médico el martes.
Con cinco meses de embarazo, esperaba saber el sexo de su bebé ese mismo día. El 9 de enero, ella y otras 40 familias de inmigrantes fueron expulsadas de las habitaciones del Hotel Row de Manhattan, como parte de una política destinada a liberar espacio en el saturado sistema de albergues para personas sin hogar de Nueva York.
Mientras que la administración de Eric Adams ha estado emitiendo plazos en refugios para inmigrantes adultos durante meses, y para algunas familias con niños en hoteles como parte de una iniciativa separada, los desalojos del martes fueron los primeros en aplicarse a familias con niños siguiendo la política de la alcaldía. Los funcionarios dicen que es un esfuerzo por manejar más de 168.500 recién llegados desde 2022, y unos 69.000 que permanecen bajo el cuidado de la administración.
“Tuvimos dos horas para empacar todo e irnos”, dijo León sobre la salida en el refugio en el Hotel Row, donde ella y sus dos hijos, de 9 y 12 años, se habían estado quedando desde que llegaron de Venezuela hace ocho meses. “No teníamos suficientes maletas para todo, así que tuvimos que tirar muchas cosas. Nos quedamos con la ropa y sólo con lo necesario. El resto lo dejamos atrás”.
Hasta la fecha, la ciudad ha emitido más de 47.000 notificaciones de desalojo a inmigrantes adultos en centros de acogida y otras 4.800 a familias con niños. Las autoridades municipales afirman que los límites tienen por objeto ayudar a los recién llegados a “estabilizarse” y sacarlos más rápidamente de la abarrotada red de refugios, que ahora abarca 216 albergues de emergencia y 18 Centros de Ayuda y Respuesta de Emergencia Humanitaria (HERRC por sus siglas en inglés), incluidos dos grandes complejos de carpas. Según la administración, atender a los recién llegados costará miles de millones a la ciudad.
“Nos estamos quedando sin espacio, nos estamos quedando sin personal y, desde luego, nos estamos quedando sin fondos, por lo que realmente tenemos que pasar de la emergencia a gestionar esto de la manera que tenga sentido”, dijo Anne Williams-Isom, la vicealcaldesa de salud y servicios humanos, en una rueda de prensa el lunes, en la que los funcionarios repitieron las peticiones de ayuda federal adicional.
Según la alcaldía, aproximadamente 26.800 inmigrantes han visto expirar sus estadías, de los cuales menos de una cuarta parte siguen bajo el cuidado de la ciudad. “Lo que estamos tratando de hacer es estabilizarlos, asegurarnos de que tienen lo que necesitan y asegurarnos de que las familias que nos llegan por la puerta principal también tienen una oportunidad”, dijo Williams-Isom.
Sin embargo, la política de la administración ha suscitado numerosas reacciones en contra. Decenas de legisladores municipales y estatales enviaron una carta el mes pasado implorando al alcalde Eric Adams que suprimiera la política de desalojos, calificándola de “cruel” y citando preocupaciones sobre cómo los frecuentes traslados de los refugios afectarán a la escolarización de los niños.
El martes, el contralor de la ciudad, Brad Lander, dijo que su oficina investigará los límites de las estadías de 30 y 60 días, incluida la información que se proporciona a los beneficiarios, y cómo la administración está haciendo un seguimiento de los resultados y los costes de la política.
Aunque los inmigrantes que reciben los plazos pueden volver a solicitar otra plaza en el sistema al final de su estancia, ese proceso se ha vuelto cada vez más tenso en las últimas semanas. En un centro dedicado a dar pasajes gratuitos de un sólo trayecto (Reticketing Center) gestionado por la ciudad en East Village, donde la gente puede solicitar un billete para salir de la ciudad o una plaza en otro albergue, cientos de adultos han hecho cola durante horas cada día a temperaturas gélidas para conseguir un lugar donde quedarse.
“Seamos claros: la regla de los 60 días es una cosa y sólo una cosa: acoso”, dijo el lunes en una manifestación contra los desalojos la ex portavoz del Concejo de la ciudad de Nueva York Christine Quinn, quien ahora trabaja para WIN, un proveedor de refugios familiares.
“No hay liderazgo por parte de la alcaldía”, añadió. “Así que, en su esfuerzo por reducir el número de personas que necesitan vivienda, piensan que arrancando a los niños de sus camas conseguirán que estas familias se marchen y regresen a sus países de origen. Eso no ocurrirá”.
Mis hijos están tristes y asustados
El día antes de que la primera oleada de familias con niños viera expirar sus plazos de alojamiento, los funcionarios de la alcaldía dijeron que les darían prioridad para otra ubicación en el sistema, con el objetivo específico de reasignar a las familias con niños en edad escolar “preferiblemente en un hotel cerca de donde los niños están actualmente en la escuela”, dijo el Dr. Ted Long, vicepresidente senior de NYC Health + Hospitals, una de las agencias que coordina la respuesta a inmigrantes en la ciudad.
Para León, quien no acudió a su cita médica prenatal el martes y dejó a sus dos hijos en casa, significó esperar casi 10 horas en el Hotel Roosevelt, el principal centro de acogida de inmigrantes recién llegados a la ciudad. Esa mañana, la familia arrastró sus pertenencias en bolsas y maletas a través de Times Square para recorrer los aproximadamente 15 minutos a pie que separan un hotel del otro.
“Mis hijos están tristes y asustados porque no saben adónde vamos”, dijo mientras hacían el trayecto. “Yo tengo miedo porque no estoy segura de si acabaremos durmiendo en sillas esta noche”.
El trío llegó al Roosevelt sobre las 10:30 a.m. No se marcharon hasta pasadas las 8:00 p.m., durante un aguacero incesante, tras recibir una nueva ubicación de refugio en el centro de la ciudad.
“No nos ayudaron con el transporte. Sólo nos dieron la dirección a la que debíamos ir y nada más”, dijo, pero añadió que la familia fue bien tratada cuando llegaron a su nuevo lugar de refugio, situado en el Distrito Financiero. Sus hijos van a colegios de Brooklyn y el Upper West Side.
Los detractores de la política de 60 días del alcalde para las familias inmigrantes dicen que es especialmente perjudicial quienes tienen hijos en edad escolar como León. A pesar de las promesas de la alcaldía de que la educación de los estudiantes no se verá afectada—y aún cuando la ley federal obliga a la ciudad a transportar en autobús a los estudiantes desalojados entre sus escuelas y los refugios asignados—, “esto casi nunca funciona”, dijo el Contralor Lander en una conferencia de prensa el martes denunciando los movimientos.
“Ustedes saben lo malo que es, por desgracia, el sistema de autobuses”, dijo Lander a la prensa reunida fuera del refugio en el hotel Row. “Me cuesta mucho creer, dado que la ciudad casi nunca ha conseguido que los niños puedan permanecer en sus mismas escuelas cuando se trasladan de albergue, que vayan a ser capaces de hacerlo”.
Naveed Hasan, padre de dos hijos y miembro del Panel para la Política Educativa de NYC (NYC’s Panel for Education Policy), dijo que los trastornos que se producen cada dos meses tienen implicaciones más amplias para las comunidades escolares.
“No sólo va a afectar a esos niños, ¿verdad? El aula en la que están recibirá nuevos estudiantes, muy probablemente, que están en los refugios cercanos, y hacer que el profesor haga esto cada 60 días va a crear un ambiente en el que nadie aprenderá nada en todo el año”, dijo a un reportero de City Limits.
“Hacerles cargar con esas cosas sin ninguna ayuda entre hoteles es inconcebible. Y los niños están estresados porque los padres están completamente asustados”, añadió Hasan. “Y ese tipo de estado emocional de toda la familia impregna el ambiente del aula, y no es algo bueno”.
¿A dónde voy a ir?
María, de 26 años, quien pidió a City Limits que no revelara su nombre completo, también fue desalojada del hotel Row el martes. A primera hora de la mañana, un supervisor había acudido a la habitación de ella y su marido, donde se alojaban desde agosto, para comprobar cuántas bolsas y maletas quedaban en el espacio que pronto quedaría libre. María dice que le dijeron que tendría 60 días para seguir revisando su correo en el hotel, un recurso vital para los residentes del refugio con procedimientos de inmigración en curso.
Se dirigió al Roosevelt temprano para ponerse a la fila para otra ubicación, con la esperanza de estar fuera antes de una revisión médica programada para las 2 de la tarde para su embarazo de 35 semanas. Pero, al igual que León, María no acudió a su cita; sobre las 4:40 p.m., tras ocho horas de espera, fue trasladada a un albergue en Brooklyn.
En la rueda de prensa del día anterior a la salida de la familia, los funcionarios hicieron hincapié en que todas las familias con plazos que expiraban habían recibido una gestión de casos adicional para ayudarles a planificar sus próximos pasos.
“En promedio, cada adulto de cada familia ha tenido más de cuatro reuniones con nuestro equipo de planificación de salidas en las que repasamos: ‘¿Tienes amigos y familia en Nueva York o en otro lugar? ¿Podemos llamar a tu hermana en Queens o a tu hermano en Chicago?”. explicó el alcalde Eric Adams.
Pero María dijo que sólo le hicieron esas preguntas cuando entró en el refugio por primera vez hace cinco meses. “Hay mucha gente que no tiene familia aquí en Estados Unidos”, dijo. “Esa fue una de las preguntas que nos hicieron cuando llegamos aquí, pero yo no tengo familia. ¿Adónde voy a ir?”
Otras familias se preparan para los plazos de acogida de las próximas semanas. Katherin Burbano, originaria de Colombia, se aloja en el Hotel Row con su hija de dos años, a la que, según dijo, le han diagnosticado soplos cardíacos. Inicialmente estaba previsto que abandonaran el hotel el martes, pero se les concedieron 14 días más después de que Burano solicitara una prórroga.
Aun así, la inminente fecha de caducidad la ha llenado de un “miedo increíble”.
“Me siento derrotada”, dijo Burbano. “No he dormido bien. He estado muy preocupada por mi hija”.
Mientras tanto, los inmigrantes recién llegados sin hijos, que han sido objeto de desalojos de albergues desde el verano, esperan días y días para conseguir una nueva cama en un albergue. Hasta el lunes, el tiempo medio de espera era de unos siete días, según la alcaldía.
Poco después de las 9 a.m. de ese día, unos 350 hombres ya hacían cola en el antiguo colegio St. Brigid en la 185 East 7th St. del East Village, muchos de ellos con pulseras que se contaban por miles. Un hombre, llegado de Senegal en octubre, llevaba pequeños recipientes de plástico por la acera, vendiendo café a un dólar la taza.
El edificio situado junto a Tompkins Square Park funciona desde el 21 de octubre como un centro dedicado a dar pasajes gratuitos de un sólo trayecto (Reticketing Center), gestionado por la Oficina de Gestión de Emergencias (OEM por sus siglas en inglés). Si bien los inmigrantes pueden adquirir allí los billetes para salir de la ciudad —más de 1.400 lo han hecho hasta ahora—, un portavoz de la alcaldía dijo que lo más frecuente es que la gente solicite una nueva cama en un refugio.
Abrigados con chaquetas y mantas, varios hombres describieron la agotadora rutina de hacer fila todo el día y pasar las noches en las iglesias, a veces durmiendo en el suelo o en una silla. Para alojar a quienes no tienen alojamiento, la ciudad tiene ahora en funcionamiento cinco zonas de espera, en las que se alojan unas 900 personas cada noche.
Según la alcaldía, las personas reciben un número cuando se registran para volver a solicitar refugio, y no necesitan hacer fila físicamente.
“Cualquiera que decida seguir esperando en la cola lo hace por su cuenta, pero se les ha hecho saber que no afectará a su lugar de espera”, dijo un portavoz. “Además, hemos abierto varias zonas de espera para que los inmigrantes puedan esperar cuando St. Brigid no esté abierta”.
Pero varios hombres dijeron a City Limits que no tenían más remedio que esperar fuera, ya que en estos lugares les obligan a salir temprano en la mañana.
Thierno Barry llegó a Nueva York procedente de Guinea el 19 de octubre, y pudo permanecer en refugios de la ciudad hasta finales de diciembre. Se unió a la fila en St. Brigid a las 5 a.m. del lunes. Según Barry, llevaba 12 días sin refugio. En su pulsera llevaba el número 8.698.
“Hacemos cola aquí porque no hay adónde ir”, dijo en francés. “Por la noche, nos dan tarjetas de metro para ir a dormir a la iglesia. La iglesia abre a las 8 p.m. Al día siguiente, a las 6 de la mañana, nos dicen que tenemos que irnos. Así que venimos aquí a esperar”.
Amadou Dhigo, de Senegal, describió la incomodidad de pasar la noche en las iglesias, sacudiéndose la cabeza para demostrar lo que se siente al echar una cabezada. “No puedes dormir, porque estás sentado”, dijo en francés.
En un comunicado, la alcaldía afirmó que el sistema de albergues “hace tiempo que superó su punto de ruptura” y que la ciudad “sencillamente no tiene espacio ni recursos para seguir albergando indefinidamente a decenas de miles de inmigrantes mientras miles más siguen entrando a nuestro cuidado cada semana”.
Por su parte, la organización Legal Aid Society reconoció que la situación en St. Brigid es una flagrante violación del derecho a albergue de la ciudad, que durante décadas garantizó una cama a cualquier persona necesitada, al menos temporalmente. La organización se encuentra actualmente en mediación judicial con funcionarios municipales y estatales sobre esas protecciones, que la administración Adams ha tratado de revertir, citando la afluencia de recién llegados.
“El tribunal es consciente de lo que está ocurriendo, y el Estado tiene que prestar más ayuda a la ciudad, de lo contrario creo que vamos a tener problemas”, dijo Josh Goldfein, de Legal Aid. “Todo está sobre la mesa”.
Basándose en su propia experiencia al ser expulsado de un albergue en diciembre, Barry, de Senegal, dijo que la rutina no sería apropiada para familias con niños.
“Es terrible. Me duele”, dijo. “Porque somos adultos, sufrimos aquí, pero ver a niños aquí en la calle, eso es otra cosa. No lo acepto. Espero que el gobierno encuentre otra estrategia para alojarlos”.
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