La administración dijo esta semana que su sistema de refugio está lleno. Además de los que duermen bajo la autopista Brooklyn-Queens, docenas también están acampando en las aceras fuera del hotel de Manhattan que sirve como el principal centro de entrada para los inmigrantes, ya que la ciudad prioriza las camas de refugio para familias con niños. 

Adi Talwar

Varios hombres durmiendo en la calle debajo de la autopista Brooklyn Queens en Clinton Hill el martes por la mañana.

Este artículo apareció originalmente en inglés el 2 de agosto. Translated by Daniel Parra.
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El martes cuatro solicitantes de asilo se despertaron en las calles junto a autos estacionados debajo de la autopista Brooklyn-Queens. Solo las cajas de cartón aplastadas los separaban del concreto y una manta los mantenían calientes del frío mañanero.

Después que su campamento de carpas en Brooklyn fuera desmantelado por el Departamento de Sanidad y la policía de Nueva York el 21 de julio, y sus pertenencias fueron tiradas, el propio alcalde de la ciudad de Nueva York, Eric Adams, se reunió con el grupo de inmigrantes.

Según una grabación de la reunión del 23 de julio obtenida por City Limits, el alcalde Adams dijo a través de un intérprete —quien tradujo simultáneamente—, que el grupo tenía dos opciones: podían regresar al refugio o “voy a encontrar un espacio abierto en algún lugar, donde pueda armar una carpa”, dijo.

“Pero no puedes hacerlo en la calle. Encontraré un área de parque, un área grande, donde puedan armar su carpa”, dijo el alcalde a los inmigrantes reunidos a su alrededor.

Pero una semana y media después, varios hombres todavía duermen debajo de la autopista y dicen que no se les ofreció una ubicación alternativa “abierta”. Un portavoz de la alcaldía se negó a comentar directamente sobre las declaraciones del alcalde al grupo.

La administración dijo esta semana que su sistema de refugios está al máximo de su capacidad, y decenas también están durmiendo en las aceras fuera del hotel de Manhattan que sirve como el principal punto de entrada de inmigrantes al sistema de refugios de la ciudad. El mes pasado, el alcalde impuso un límite de 60 días para adultos solicitantes de asilo en albergues, diciendo que la ciudad necesita priorizar camas para familias con niños.

“Estamos recibiendo a 2.300 personas por semana que siguen entrando a los refugios de la ciudad de Nueva York, eso es insostenible”, dijo la vicealcaldesa de Salud y Servicios Humanos, Anne Williams-Isom, durante una conferencia de prensa el miércoles. “Lo que estamos viendo es la lucha continua de un sistema que se está derrumbando”.

Cuando se le preguntó, Williams-Isom no descartó la posibilidad de habilitar zonas verdes como Central Park y Prospect Park, diciendo que la ciudad ha revisado más de 3.000 ubicaciones en los condados para ubicar potencialmente a las personas. “En este momento, todo está sobre la mesa, de verdad”, dijo.

Algunos de los inmigrantes alojados bajo la autopista fueron expulsados después de que se desatara una pelea en el “Respite Center” (centros de acogida temporal) a la vuelta de la esquina, que es uno de los los “centros de acogida temporal” más grandes que ha abierto la ciudad para hombres inmigrantes, con una capacidad estimada de alrededor de 2.000 personas.

“Entendemos, a partir de nuestras conversaciones con la administración, que a estas personas se les volvió a otorgar acceso al centro de acogida temporal”, dijo en un comunicado a City Limits la concejal Crystal Hudson, quien representa el área de Clinton Hill. Un portavoz de la alcaldía también dijo que se notificó al grupo que podrían ser reincorporados al refugio, pero no todos aceptaron la oferta de la ciudad.

Adi Talwar

Darwin, quien pidió que no se usara su nombre completo, durmió en la calle esta semana para poder vigilar su bicicleta, preocupado por la seguridad en el albergue de la ciudad.

Uno de los hombres, que prefirió no ser identificado, informó una experiencia diferente. Dijo que después de que el alcalde no los reubicara a otro lugar como fue prometido, pasó varias noches en la calle antes de comenzar a pedir que lo dejaran regresar al sitio de descanso.

“Les rogué durante varios días que me dejaran volver, hasta que hace unos días me dejaron entrar”, dijo el joven venezolano, quien dijo sentirse decepcionado por lo sucedido con el alcalde. Ahora se hospeda en el centro de descanso cerca al Navy Yard.

Otro hombre, José, quien pidió que no se usara su nombre completo por temor a represalias, dijo que aún no ha sido reintegrado. José ha estado durmiendo en la calle durante más de 20 días, guardando sus cajas de cartón debajo de un carro junto con mantas y sacos de dormir que le han sido donados por grupos de ayuda mutua.

En su mochila guarda todo lo importante: sus documentos, dinero, algo de ropa, un parlante, desodorante, cortauñas, jabón para lavarse la cara en el parque, navajas de afeitar y gel para el cabello. Lleva sus pertenencias con él a todas partes, mientras sale a rebuscarse un trabajo.

Otro hombre, Darwin, quien pidió que no se usara su nombre completo por temor a poner en peligro su caso de inmigración, dijo que había olvidado el candado de su bicicleta en el trabajo. Él prefirió dormir en la calle cerca a la bicicleta a dejarla sin candado afuera del refugio, a pesar que hay guardias de seguridad allí, y luego de ver la falta de seguridad dentro del propio “centros de acogida temporal”, donde los visitantes dicen que no se pueden dejar las pertenencias personales desatendidas, especialmente teléfonos celulares.

Otros, como Andrew, quien también pidió que no se usara su nombre completo, prefirieron dormir en la calle con amigos que fuera del saturado Centro de llegada en el Hotel Roosevelt en el centro de la ciudad, donde las multitudes se han reunido en la acera esta semana con la esperanza de asegurar una cama.

“Fui por varios días”, dijo Andrew, tomando un sorbo de una botella de jugo que guardó debajo del auto junto al que dormía. “Un día esperé cuatro horas porque la computadora no funcionaba, me dijeron, pero dije me quiero ir y me dieron el tiquete [a Carolina del Norte]. Son rápidos para sacarte de aquí”.

Andrew dijo que hace un año, cuando llegó a la Gran Manzana tras ser transportado en autobús desde la frontera en Texas, consideraba a la ciudad un santuario para los inmigrantes. Pero últimamente el mensaje ha sido el contrario: los volantes que la alcaldía dijo que distribuiría a quienes se encuentran en la frontera instaron a las personas a considerar otros estados y ciudades además de Nueva York. “Ahora ni siquiera el gobierno te quiere aquí”, dijo Andrew.

Adi Talwar

Un solicitante de asilo que duerme en la calle en Brooklyn recoge sus pertenencias.

Desde mayo, el alcalde Adams anunció el envío de solicitantes de asilo en autobús a otras localidades fuera de los cinco distritos, pagando los costos básicos para albergarlos. Al 30 de julio, más de 56.600 migrantes estaban bajo el cuidado de la ciudad, informó Williams-Isom.

“No va a mejorar”, advirtió Adams a principios de esta semana.

E insistió que la ciudad no vería el tipo de campamentos para personas sin hogar a gran escala en otras áreas urbanas. “Les puedo asegurar que esta ciudad no se parecerá a otras ciudades donde hay carpas arriba y abajo de cada calle”, agregó Adams.

Pero los defensores de los neoyorquinos sin hogar tienen menos confianza en esa predicción. En los últimos meses, citando la presión sobre la capacidad, la administración de Adams ha tratado de debilitar el antiguo derecho a refugio , que garantizan una cama en un refugio a quien la busca y no tiene otra opción.

“Negarles un lugar a los recién llegados y obligar a las personas a languidecer en las calles locales es cruel y va en contra de una serie de órdenes judiciales y leyes locales”, dijo en un comunicado el lunes The Legal Aid Society y Coalition for the Homeless, dos grupos que lideran la lucha legal contra el desafío del derecho a refugio de la ciudad.

Adi Talwar

José, de 41 años, se refresca en una fuente de agua en un parque de Brooklyn antes de salir a buscar trabajo.

A las 7:30 a.m. del martes, cada uno de los migrantes que dormía bajo la autopista había recogido sus cartones, y algunos ya se habían ido para empezar a trabajar. José, de 41 años, fue al parque donde todos los días se lava la cara, se cepilla los dientes, se afeita, se peina, se pone gel y desodorante para lucir impecable durante su búsqueda de empleo.

Su objetivo es seguir enviando dinero a sus hijos y a su esposa, quien no han podido ingresar al país para reunirse con él.

“Vine a trabajar, las obligaciones no esperan”, dijo José.