La ciudad calcula que unos 6.300 solicitantes de asilo han llegado en autobuses desde la frontera en los últimos meses. Además de encontrar un lugar seguro para alojarse, deben acceder a atención médica, hacer un seguimiento de sus casos de inmigración en trámite y, en algunos casos, intentar reunirse con miembros de su familia de los que fueron separados durante el viaje. Algunos han abandonado el sistema de albergues por completo, alegando motivos de seguridad.
Este artículo apareció originalmente en inglés. Translated by Daniel Parra.
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Buses que transportan inmigrantes desde la frontera sur de Estados Unidos han llegado a la Gran Manzana en las últimas semanas, como parte de la maniobra política del gobernador de Texas, Greg Abbott, en señal de protesta contra las políticas fronterizas del gobierno de Biden.
En cuestión de horas, muchos de los solicitantes de asilo y otros inmigrantes recién llegados entraron en el extenso sistema de refugios para personas sin hogar de la ciudad de Nueva York, en el que, semanas después, dicen tener que luchar para desenvolverse en la nueva ciudad con poco apoyo. El martes, las autoridades de la ciudad afirmaron que 6.300 inmigrantes han entrado en los albergues o han visitado las instalaciones de acogida, aunque esta estimación podría ser superior a la cifra real.
El alcalde Eric Adams ha alardeado acerca de la respuesta de la ciudad a la afluencia de nuevos inmigrantes. “Tenemos un despliegue continuo de asistencia humanitaria a medida que los solicitantes de asilo llegan aquí, y estoy realmente orgulloso de la respuesta de todas nuestras interacciones “multi-agencias”, dijo a WCBS 880.
Pero Adams ha hablado poco de los problemas a los que se enfrentan los solicitantes de asilo una vez que están aquí. Además de encontrar un lugar seguro para alojarse, deben acceder a atención médica, hacer seguimiento de sus casos de inmigración en trámite y, en algunos casos, intentar reunirse con miembros de su familia de los que fueron separados durante el viaje.
Algunos de los inmigrantes que han hablado con City Limits en el último mes han descrito experiencias especialmente problemáticas. Un hombre dijo que fue acosado sexualmente en un albergue. Otros han descrito problemas más cotidianos y la sensación de que sus necesidades son ignoradas.
José Rodríguez, que se aloja en el albergue Bedford-Atlantic de Brooklyn tras llegar de Venezuela a principios de este mes, dijo que había recibido poca ayuda del personal, pero que consiguió ponerse en contacto con un grupo de ayuda. Le proporcionaron algo de ropa holgada y un teléfono móvil sin tarjeta SIM. “Necesito encontrar un trabajo”, dijo en español. “Mi familia está en Colombia y esperando mi ayuda”.
Tanto las familias como algunos individuos han manifestado con frecuencia que en los albergues hay poco o ningún miembro del personal que hable español. “Es tan complicado”, dijo una mujer de Colombia llamada Katherin Mozo que llegó a la ciudad de Nueva York con su hija y su marido a principios de agosto y se dirigió al refugio de admisión de familias. “Y todo está en inglés”.
Katherine cuenta que su esposo está durmiendo en un rincón del sótano en el diminuto apartamento de un primo, mientras que ella y su hija se alojan en un hotel de Manhattan convertido en refugio temporal. El esposo consiguió rápidamente un trabajo como pintor. Ella planea buscar trabajo cuando su hija comience la escuela. Después, dijo, alquilarán un apartamento. “Nos iremos a Nueva Jersey”, dijo. “Es más barato”.
La confusión y las condiciones están motivando a algunos de los recién llegados a abandonar los albergues en busca de otras opciones, dijo Sonia Velázquez, directora general de la organización sin fines de lucro Your Network Caring Community Advocate. Velázquez señaló que 14 inmigrantes recién llegados optaron por dejar el refugio en el que fueron colocados porque no se sentían seguros.
“Nos llaman para informarnos de cualquier cosa que suceda”, dijo Velázquez por teléfono. Las quejas que han recibido incluyen incidentes de acoso sexual, peleas y robos, así como la falta de intérpretes, lo que hace que algunos solicitantes de asilo salgan a la calle para sentirse seguros en pequeños grupos, en lugar de permanecer en un albergue.
El director de la sede en Nueva York de Catholic Charities, monseñor Kevin Sullivan, dijo a los concejales que su organización había asistido a 1.100 inmigrantes recién llegados a principios de agosto, en su mayoría hombres jóvenes de Venezuela. Algunos, aseguró, “están durmiendo en los parques”.
En las últimas semanas, la ciudad se ha apresurado a abrir centros de albergue dentro de los hoteles para hacer frente a la demanda, y el gobierno de Adams ha prometido que pronto abrirá un centro de admisión y recursos específicamente para los nuevos inmigrantes. El viernes, el alcalde anunció el plan multiagencial Project Open Arms (lo que traduce Proyecto Brazos Abiertos), que establece directrices sobre el proceso de matrícula de niños, el transporte de los estudiantes recién llegados, el acceso al idioma, el apoyo socio-emocional y la oferta de servicios que ofrecen las organizaciones comunitarias.
Según la ciudad, al menos 1.000 niños entrarán en el sistema escolar de la ciudad en el próximo año escolar y la mayoría de las familias solicitantes de asilo se concentran en los distritos escolares 2, 3, 10, 14, 24 y 30.
Una llegada desenfrenada
Cuando 92 inmigrantes bajaron de tres autobuses en el Port Authority el 10 de agosto, los voluntarios y el personal de la oficina del alcalde aplaudieron desde el área de recepción dentro de la terminal. Un grupo sin ánimo de lucro proporcionó cajas de comida de arroz blanco con frijoles negros y pollo desmenuzado. Los inmigrantes recién llegados también recibieron algo de ropa y artículos de aseo, la mayoría de los cuales fueron proporcionados por grupos de ayuda mutua y otros voluntarios.
Luego vinieron las revisiones médicas in situ, que han sido apoyadas por el Departamento de Bomberos de Nueva York, NYC Care —el programa de acceso a la atención médica a bajo costo— y la organización sin ánimo de lucro SOMOS, Inc. “Ninguno de ellos estaba enfermo”, dijo a City Limits el director ejecutivo de NYC Care, Jonathan Jiménez Pérez, al salir de Port of Authority esa mañana.
Pero ese no ha sido el caso de todos. En el primer autobús que se anunció públicamente y que llegó el 5 de agosto, una niña que necesitaba insulina fue trasladada al hospital, según Catherine Cole, directora ejecutiva de la organización Abuelas Responden/Grannies Respond, uno de los principales colectivos ofreciendo ayuda a los recién llegados. Entre las 59 personas que llegaron en dos autobuses el 12 de agosto, nueve fueron directamente al hospital, según Shaina Coronel, portavoz de la Oficina del Alcalde para Asuntos de los Inmigrantes (MOIA por sus siglas en inglés).
La recepción tampoco ha sido del todo amable. El 10 de agosto, algunos transeúntes se acercaron durante la concentración de medios de comunicación en la terminal del Port of Authority para ver qué pasaba. Mientras los inmigrantes esperaban a ser recogidos en la estación de autobuses, un par de transeúntes empezaron a grabarlos, enfocando sus rostros, diciendo “estos son los inmigrantes ilegales”, a pesar de que el cruce de la frontera para pedir asilo no es ilegal, ya que los solicitantes de asilo están en proceso o a la espera de recibir una decisión del gobierno sobre su solicitud.
“A ellos [los solicitantes de asilo] les ayudan, pero a ti no”, dijo una de las personas que grababa a los inmigrantes junto a otros transeúntes, según observaron los reporteros de City Limits.
Sentirse inseguro en el albergue
Otro hombre llamado Jose, quien habló con un reportero en español y pidió que no se revelara su apellido, llegó a la ciudad de Nueva York en el primer autobús anunciado por el gobernador de Texas, Greg Abbot, el 5 de agosto, tras viajar desde Venezuela y cruzar la frontera sur.
Durante su primera noche en un refugio de Brooklyn, Jose, de 26 años, dice que fue a la ducha y fue atacado por otro residente del refugio que abrió la cortina de la ducha, lo agarró fuertemente por las muñecas y trató de someterlo. Los dos lucharon, y Jose dijo que pudo patear los testículos del agresor y escapar. Corrió a su cama a llorar, dijo.
Jose dijo que experimentó incidentes similares con el mismo agresor y con otros residentes del albergue durante los días siguientes. “El segundo día, hablé con la psicóloga, con el traductor”, explicó Jose. “Me dijo que estuviera tranquilo. Pero volvió a pasar”.
Jose fue reubicado a otro albergue de Brooklyn, pero dijo que tampoco se sentía seguro allí y preferió salir a la calle, lo que refleja un sentimiento no muy común entre una parte de la población sin hogar de la ciudad que prefiere acostarse en espacios públicos antes que permanecer en un albergue, especialmente en los grandes centros de acogida de la ciudad.
“Desgraciadamente, no tengo a dónde ir”, dice José. ” Tengo un trauma de la infancia, y esto acaba de activarlo. Vivir en un mundo de ansiedad es volver al pasado”.
Después de buscar durante horas, Velázquez encontró una iglesia en la que Jose pudo pasar la noche después de salir de su segundo alojamiento. La organizadora de South Bronx Mutual Aid, Ariadna Phillips, quien se ha ofrecido como voluntaria para ayudar a los recién llegados, dijo que ella también ha tenido que encontrar sitios alternativos, como iglesias, para varios de los inmigrantes con los que han estado trabajando y que igualmente no se sentían seguros en el albergue.
“Proteger la salud y la seguridad de nuestros clientes es nuestra máxima prioridad en todo momento”, dijo un portavoz del Departamento de Servicios Sociales de la ciudad de Nueva York (DSS por sus siglas en inglés) por correo electrónico. “Junto con los socios proveedores sin ánimo de lucro que gestionan nuestros sitios, nuestro personal dedicado trabaja estrechamente con los usuarios para asegurarse de que estamos manteniendo líneas de comunicación abiertas y cualquier preocupación se aborda.”
“Y lo que es más importante, no toleramos ninguna conducta indebida contra o entre los usuarios, y contamos con procesos que garantizan que esos casos se investiguen y aborden inmediatamente”, añadió el portavoz. DSS explicó que dispone de canales para que los usuarios puedan denunciar de forma segura cualquier conducta indebida, junto con los debidos procesos para una rápida investigación y reparación. Jose dijo que presentó quejas verbales en el albergue donde se produjeron los incidentes de acoso, y que en una ocasión se sometió a una revisión médica a distancia.
Pero el DSS no respondió a otras preguntas de City Limits, como cuántos solicitantes de asilo han denunciado acoso o violencia sexual en los albergues en los últimos meses. En cambio, la agencia señaló las reformas que ha realizado para mejorar y reforzar los mecanismos de notificación de incidentes graves en los albergues, incluida una nueva unidad dentro del DSS y del Departamento de Servicios para Personas sin Hogar para supervisar el proceso de notificación y respuesta.
“Y lo que es más importante, no toleramos ninguna conducta indebida contra o entre los usuarios, y contamos con procesos que garantizan que esos casos se investiguen y aborden inmediatamente”, añadió el portavoz.
El DSS explicó que dispone de canales para que los usuarios puedan denunciar de forma segura cualquier conducta indebida, junto con los debidos procesos para una rápida investigación y reparación. Jose dijo que presentó quejas verbales en el albergue donde se produjeron los incidentes de acoso, y que en una ocasión se sometió a una revisión médica a distancia.
A medio país de distancia
City Limits habló con un hombre que dice haber sido separado de su familia como resultado de su paso por la frontera. Prefirió no ser identificado públicamente por temor a represalias, pero es de Venezuela y cruzó la frontera a principios de agosto. Una vez que él y su esposa cruzaron, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP por sus siglas en inglés) los separó, dijo.
“En cuanto nos detuvieron, la pusieron a ella en la fila de mujeres, junto con su amiga [con la que viajaron desde Venezuela] y a mí en la de hombres”, dijo por teléfono.
“Les expliqué que estábamos casados, pero aun así nos separaron”, dijo, explicando que su certificado de matrimonio se había perdido durante su viaje hacia el norte, arrastrado por la fuerte corriente de uno de los ríos del Tapón del Darién.
Cada uno fue procesado por funcionarios de inmigración en diferentes lugares, y el hombre fue retenido durante dos días, mientras que su esposa y su amiga fueron retenidos por más tiempo, según el relato del hombre. Después de que el CBP lo liberara, fue trasladado a San Antonio. Allí le ofrecieron un viaje en autobús a Nueva York.
“Hablé con un agente para decirle que mi esposa estaba en Texas, y me dijo que a ella también la enviarían a Nueva York”, dijo el hombre, de unos 40 años. “Pero no la enviaron”.
Al menos tres hombres que llegaron solos en los autobuses del 10 de agosto al terminal del Port Authority también tenían familia en Texas y, sin embargo, fueron transportados a Nueva York, dijeron a City Limits defensores e inmigrantes transportados en autobús. “Las familias están siendo separadas”, dijo una organizadora de Black LGBTQIA+ Migrant Project (BLMP), quien trabaja con solicitantes de asilo en Texas.
La oficina del gobernador Greg Abbott no respondió a esta acusación ni a otras preguntas planteadas por City Limits, pero dijo al New York Post que los migrantes han firmado permisos reconociendo que el programa es voluntario. Sin embargo, el comisionado de la Oficina de Asuntos de los Inmigrantes de la Alcaldía, Manuel Castro, y las organizaciones de ayuda mutua, tanto en Texas como en Nueva York, han cuestionado esa afirmación, argumentando que algunos han subido a los autobuses en contra de su voluntad.
Roland Martínez, director de relaciones públicas de la ciudad de San Antonio, afirma que entre el 7 de julio y el 8 de agosto, 1.561 de los inmigrantes que llegaron al Centro de Recursos para Inmigrantes de la ciudad indicaron el estado de Nueva York como su destino final, y 880 de ellos designaron específicamente la ciudad de Nueva York.
“Si van a Nueva York es porque aparece en su documentación de la Patrulla Fronteriza y tienen familia u otros recursos allí”, dijo Martínez.
El hombre que está aquí sin su esposa dijo que la pareja se enteró de que Nueva York era una opción de destino a través de una página de Facebook. La ciudad tiene una disposición única de derecho al albergue, lo que significa que tiene el mandato legal de proporcionar albergue temporal a cualquier persona que experimente la falta de hogar y que visite un sitio de admisión.
El hombre dijo que su esposa fue liberada de la custodia del CBP el 8 de agosto, cuando el autobús al que había subido su esposo estaba a medio camino de Nueva York. En un refugio de San Antonio, el personal le dijo que no podían enviarla a Nueva York porque sus refugios estaban llenos, señaló el hombre.
Cuando habló con City Limits, estaba buscando organizaciones que pudieran ayudarle a pagar el boleto de su esposa a la ciudad.
“No sé qué hacer”, dijo.
David Brand contribuyó en este reportaje