Los pedidos a domicilio o para recoger son menos de un tercio de las ventas necesarias para operar dice la más reciente encuesta de New York State Restaurant Association (Asociación de Restaurantes del estado de Nueva York).
Las mesas del restaurante quedaron limpias, sin rastros de comida o polvo, como a la espera de los próximos comensales que ya no llegarían. Mirian Mavarez las quería dejar impecables, así que pasó una vez más por cada una de ellas y las volvió a limpiar. Era su manera de despedirse, de decirle a las mesas y al lugar que estarían bien.
La nevera se quedaba allí, limpia y vacía. Las carnes se regalaron crudas a repartidores de comida. Los platos, cubiertos y utensilios de cocina se donaron a Housing Works y los jugos y comida que quedaban fueron a la fundación El Cocotero. Luis Quintero, mientras tanto, iba apagando las luces del restaurante una a una.
Cuando quedó todo oscuro Mavarez fue hacia la puerta. Volteó a ver por última vez el lugar donde había empezado a trabajar hace 17 años y agradeció. “Sabes que Cocotero”, dijo Mavarez, “Muchas gracias. Tu no te cierras, te cierran las puertas. Te quedas aquí, pero sé que te veré en otra parte”.
Salieron y Quintero cerró las puertas. Mavarez contuvo las lágrimas, aún le quedaba bajar la bandera de Venezuela que colgaba de la marquesina y hacer un video dando la noticia a los seguidores del restaurante en redes sociales.
“Hoy cierra las puertas, como muchos otros negocios acá en la ciudad de Nueva York”, dice Mavarez con la bandera en la mano en el video de Instagram. Un año después del inicio de la pandemia, los restaurantes en la ciudad de Nueva York siguen cerrando sus puertas y El Cocotero, uno de los pocos restaurantes operado y dirigido por latinos en Chelsea, ha cerrado.
No hay una cifra oficial y clara de cuántos restaurantes han cerrado sus puertas durante el año que ha durado la pandemia y mucho más difícil de saber es el número de restaurantes cerrados que eran administrados por inmigrantes latinos, como es el caso de Mavarez y Quintero quienes salieron de Venezuela hace más de 20 años.
La pérdida de emprendimientos liderados por latinos en Nueva York es aún más preocupante pues antes de la pandemia, entre el 2012 y el 2017, hubo una reducción del 8.7 por ciento en el número de empresas propiedad de latinos en la ciudad así que la pregunta que queda sin resolver es si la pandemia ha agravado esta situación.
El Department of Small Business Services (Departamento de Servicios para la Pequeña Empresa) de Nueva York no lleva un conteo sobre el número de restaurantes cerrados durante la pandemia. La cámara de comercio de Manhattan tampoco lleva el cálculo, aunque como lo señala Jessica Walker, presidenta y directora general, hacia mayo quieren presentar un informe sobre el impacto de la pandemia en el cual podrían proyectar un estimado de los cierres.
Durante los primeros meses de la pandemia, entre marzo y agosto de 2020, se reportaba que unos 1.200 restaurantes habían cerrado en Nueva York, pero para diciembre sonaban las alarmas de 4.500 restaurantes cerrados y 5.000 para febrero de 2021.
El Cocotero no alcanza a entrar en ese estimado pues operó hasta finales de febrero y tampoco se ha incluido en listas de restaurantes cerrados que tienen medios que cubren esta industria. “Trabajé lo más en esos últimos meses”, dice Quintero por teléfono. “Nunca había trabajado tanto en mi vida”. Cuatro personas se encargaban de hacer todo el trabajo que antes hacían ocho en dos turnos.
El día de San Valentín, mientras muchas personas reservaban un asiento para celebrar y a los restaurantes se les volvía a permitir que los comensales cenaran dentro de las instalaciones, Quintero llamó a Mavarez y esa tarde tomaron la decisión de cerrar.
Ya habían recibido una carta del dueño del local demandando el pago de más de $60.000 dólares de renta atrasada. En enero aún pensaban que podían aguantar otro poco más. Tenían la esperanza de que la segunda ronda de ayuda federal para pagos de nómina de empleados, por la que habían aplicado en diciembre, les permitiría extender operaciones por un poco más de un mes, más o menos lo que les duró la primera ayuda que recibieron.
Se habían mantenido en la brega toda la pandemia y la última vez que habían podido pagar la renta completa fue en febrero de 2020, es decir, antes de que oficialmente se declarara la pandemia en la ciudad en marzo. En febrero tuvieron que cerrar por dos semanas para renovar el techo y reabrieron para volver a cerrar días después por la pandemia. A finales de abril reabrieron.
Los meses siguientes pagaron una parte de la renta con el dinero que recibían mensualmente. Según los datos de una encuesta realizada por la NYC Hospitality Alliance en la que se incluyen a restaurantes y bares, el 92 por ciento de estos establecimientos no pudo pagar la renta en diciembre de 2020, una tendencia que viene en aumento desde junio (80 por ciento), julio (83 por ciento), agosto (87 por ciento) y octubre (88 por ciento).
Los pedidos a domicilio y para recoger de El Cocotero eran menos de un tercio de las ventas necesarias para operar, empatando así con la misma tendencia descrita en la más reciente encuesta de New York State Restaurant Association (Asociación de Restaurantes del Estado de Nueva York).
“Estábamos luchando contra un enemigo muy fuerte. El enemigo era el flujo de caja,” dice Quintero. Durante la pandemia se facturaron unos $16.000 dólares por mes cuando antes eran unos $60.000 dólares por mes. Desde que abrió sus puertas el 8 de abril de 2004 las ventas de El Cocotero no habían estado tan bajas.
Muy pronto Mavarez y Quintero se dieron cuenta que buena parte de sus clientes eran trabajadores de la zona y turistas que visitaban Nueva York. Al 21 de marzo de 2021, la industria de recreación (que incluye al sector de entretenimiento y artes) y alojamiento —que incluye al sector de servicios de comida, hoteles y restaurantes en la ciudad se ha reducido 57.4 por ciento y el número de pequeñas empresas disminuyó un 40.1 por ciento en comparación con enero de 2020.
Así que intentaron atraer a clientes de la zona vendiendo hamburguesas, papas fritas, waffles y todo un menú que no es propio de la comida típica venezolana. También bajaron al máximo los costos de producción y compraban solo lo justo de comida para no desperdiciar.
“Manhattan no está lleno de Venezolanos”, dice Mavarez mientras explica que todas las zonas no han sido afectadas por igual. “Tengo amigos que les ha ido bien”.
En zonas con una fuerte presencia de latinos como Jackson Heights, en Queens, y específicamente en el distrito de desarrollo vecinal de la 82 Street, “solo perdimos un restaurante y, de hecho, abrieron tres.Todos estaban en camino de abrir antes de la pandemia”, dice Leslie Ramos, directora ejecutiva de 82nd Street Partnership.
“Para ser honesta, el [restaurante] que perdimos probablemente habría cerrado de todos modos. Los propietarios se hicieron cargo de un negocio que ya estaba fracasando en un lugar de alta rotación,” dice Ramos.
El Cocotero, por el contrario, era un restaurante con trayectoria que visitaban reinas de belleza, celebridades como Antonio Banderas, políticos venezolanos como Henrique Capriles y en sus mejores momentos lograron facturar más de $1.5 millones de dólares anuales.
Según Walker, dos cosas han ayudado a los restaurantes de Manhattan a mantenerse en pie: “tener una fuerte presencia en línea” y en segundo lugar, “hacer rápido el pivote para tener licencia temporal para proporcionar alcohol y bebidas, trayendo más ingresos”. Pero en el caso de El Cocotero, esto no fue suficiente pues contaban con más de 5.660 seguidores en Instagram, más de 7.600 check-ins en Facebook y licencia para vender vinos y cervezas.
“Yo planeaba las finanzas dos meses por adelantado”, dice Mavarez, quien había estudiado publicidad en Venezuela, pero para enero ya estaban al límite. Además el tamaño de la deuda se volvía inmanejable y el momentáneo alivio que podía traer la segunda ronda de ayuda federal nunca llegó. Además, a nivel estatal tampoco se ha aprobado ningún programa de ayuda económica para restaurantes.
Como lo vaticinaba el pasado noviembre la encuesta a restaurantes de la Asociación de Restaurantes del Estado de Nueva York y la Asociación Nacional de Restaurantes, el 54 por ciento de los restaurantes probablemente no sobrevivirán los próximos seis meses sin la ayuda federal, y así sucedió con El Cocotero.
“Antes de tomar la decisión, yo llegaba temprano y salía a ver locales alrededor. Veía muchos locales cerrados. El [restaurante] de la esquina, es de target (público) alto y sus comensales se mantienen”.
Ahora, dos semanas después de haber cerrado El Cocotero, cada vez que Mavarez pasa frente a un local cerrado, piensa y le desea lo mejor a las personas detrás de ese negocio. “Me hago la película que me pasó a mí y me pongo en sus zapatos. Pienso, ojalá que estén bien, porque duele”.