Defensores creen que la ciudad no verá reducciones significativas en el número de niños que crecen en refugios para personas sin hogar hasta que las políticas se dirijan a la movilidad social de las mujeres de color.

Siena House, en el sur del Bronx, que ofrece servicios y refugio a jóvenes embarazadas sin hogar y a mujeres con niños pequeños.

Este artículo apareció originalmente en inglés. Read the English version here. Traducido por Daniel Parra.

Durante los siete años que Bill de Blasio ha sido alcalde, el número de niños en el sistema de albergues para personas sin hogar de Nueva York ha disminuido en un 25 por ciento y el número de adultos solteros ha aumentado un 82 por ciento.


En 2014, había el doble de niños que de adultos solteros en el censo de albergues, pero hasta el 24 de febrero, los adultos solteros constituían una parte ligeramente mayor (35 por ciento) del sistema que los niños (32 por ciento). Sin embargo fueron los adultos solteros, especialmente los que fueron enviados a vivir al Hotel Lucerne del Upper West Side los que dominaron los titulares en este año de pandemia.

Vale la pena preguntarse si el problema de las personas sin hogar al que se enfrentan los candidatos a la alcaldía en 2021 es un problema totalmente diferente al que recibió de Blasio. En los días previos a su llegada a la alcaldía, The New York Times sacó a relucir, con retraso, la crisis de las personas sin hogar que había estallado bajo el mandato del alcalde Michael Bloomberg. La estrella de esa serie, Dasani Coates, estaba en el escenario de la alcaldía cuando de Blasio entró al cargo.

Pero cuando City Limits le pidió a una destacada voz política en el Concejo de la ciudad algunas ideas sobre la falta de vivienda familiar en los refugios, esta respondió: “curiosamente, he pasado más tiempo, recientemente, pensando en hombres solteros en refugios”.

Los defensores de las familias en el sistema de refugios ven poco que celebrar en los cambios estadísticos. Creen que son temporales y enmascaran la escala del problema de la falta de vivienda familiar, que es diferente del problema de la falta de vivienda de un adulto soltero en aspectos clave.

De hecho, a los defensores de esta causa les preocupa que la relativa mejora de la situación de las familias sin hogar baje el perfil del problema en la campaña por la alcaldía este año y socave los esfuerzos para que el próximo alcalde aborde no sólo las necesidades humanas inmediatas creadas por la crisis, sino también los males sociales más profundos que refleja.

Por eso City Limits invitará a todos los principales candidatos a la alcaldía a participar en entrevistas en vídeo sobre las políticas que afectan a las familias sin hogar, en las que participarán mujeres que han experimentado la falta de vivienda.

Reducción pero no considerable

Por un lado, dicen los defensores, el censo en refugios capta solo una parte de la población sin hogar. Los datos indican que de los aproximadamente 100.000 estudiantes que se quedaron sin hogar en algún momento durante el año escolar 2019-2020 en la ciudad de Nueva York, solo un tercio entró en los refugios. El resto puede haberse alojado en casas ajenas o haber alquilado habitaciones de hotel. Más de 5.000 vivieron en coches, parques, campamentos o edificios abandonados.

Los defensores también señalan que, aunque es una estadística incompleta y más baja que en los últimos años, el número de familias en los albergues (unas 9.600, que comprenden unos 13.000 adultos y casi 17.000 niños) sigue siendo muy alta. Ya en 2011, cuando el número de niños en el refugio alcanzó por primera vez ese nivel, los defensores lo vieron como una acusación a la política del gobierno de Bloomberg. Cuando la ciudad empezó a hacer un seguimiento a mediados de la década de 1980, había unos 10.000 niños en el sistema de refugios. Ahora, la población de la ciudad es un 20 por ciento mayor, pero el número de niños sin hogar es un 65 por ciento mayor.

Tener un número tan elevado de niños en albergues expone a una buena parte de los jóvenes de la ciudad a las dificultades de la vida en un albergue o en un hotel, como el escaso acceso a las instalaciones de cocina, los problemas para lavar la ropa y las dificultades para ir a la escuela. En promedio, las familias pasan 495 días en un albergue antes de salir adelante.

La disminución del número de familias en el refugio se atribuye a una serie de políticas. Los vales de alquiler de la ciudad creados por de Blasio tardaron en afianzarse, pero han ayudado a trasladar a un número récord de familias a una vivienda permanente. El plan de vivienda asequible del alcalde designó algunas unidades para las personas que salían de los refugios, y de Blasio restableció de forma limitada la prioridad que las familias de los refugios habían tenido en las listas de espera para los apartamentos de NYCHA y los vales de la Sección 8 que Bloomberg había cortado. Las iniciativas de la ciudad sobre el derecho a representación legal y el certificado de no acoso, así como la reforma estatal de la regulación de los alquileres, probablemente también ayudaron.

Sin embargo, la moratoria de desalojos por COVID-19 parece haber desempeñado un papel importante. Más de dos tercios de la disminución de las familias sin hogar en la era de Blasio se produjeron sólo en los últimos 12 meses.

Riesgos a corto plazo y peligros a largo plazo

Ahí radica el peligro, dicen los defensores. Si la prohibición y otras medidas del COVID-19 han suprimido los desalojos en el último año, ¿qué ocurrirá cuando se levanten esas protecciones, cuando muchas familias podrían enfrentarse a deudas de alquiler aplastantes?

Las extremas disparidades raciales y de género en el sistema de refugios familiares —compuesto en su inmensa mayoría por familias encabezadas por mujeres afroamericanas y latinas—, sumado al hecho de que muchas de esas mujeres trabajan y la creciente prevalencia de la violencia doméstica como motor de la falta de vivienda en las familias, muestran vulnerabilidades sociales que si no se controlan no sólo seguirán inundando los refugios, sino que también desencadenarán otros problemas, especialmente para los niños de Nueva York, y esto profundizará las desigualdades raciales existentes.

Alrededor del 20 por ciento de los adultos sin hogar estuvieron en refugios cuando eran niños. La clave para romper ese ciclo es evitar los desalojos, realojar rápidamente a los supervivientes de la violencia doméstica y, cuando no se puede evitar el ingreso a un refugio, entonces colocar a las familias en refugios construidos con ese fin, con medidas que garanticen que los niños permanezcan conectados a las escuelas, a los servicios, al cuidado de los niños, a las visitas a domicilio, a las actividades extraescolares y a los campamentos de verano.

Para muchas familias, la experiencia del refugio implica condiciones difíciles seguidas de una frustrante búsqueda de una vivienda más permanente. “Cuando te colocan, puedes tener suerte o no tenerla. Y en mi circunstancia, tuve mala suerte”, dice Sara, una superviviente de la falta de hogar entrevistada para un proyecto llamado Portraits of Hope (retratos de esperanza). “Así que el lugar en el que me quedé fue en un hotel. Estando en una habitación cerrada me encuentro, como perdiendo la cabeza. Y a mi hijo le cuesta caminar porque es solo una habitación. Así que recibí un vale del FHEPS de la ciudad y es difícil porque mucha gente no quiere aceptar los vales. Lo cual es ilegal. O no te aceptan o simplemente no quieren a alguien que esté en el sistema”.

Añadir valor a los vales de vivienda para que sean más útiles y crear más viviendas subvencionadas es obviamente importante para sacar a más personas de refugios. Sin embargo, a un nivel más profundo, algunos defensores afirman que el problema de las personas sin hogar no debe ser tratado únicamente como un problema de vivienda. Los defensores creen que el esfuerzo por reducir el número de familias sin hogar debe formar parte de los programas de justicia racial de los candidatos.

“Es casi como si el problema de la falta de vivienda de las familias realmente fuera la crisis que surge porque las mujeres de color en la ciudad no tienen movilidad ascendente y nadie les presta atención”, dice Jennifer March, directora ejecutiva del Citizens Committee for Children (Comité de Ciudadanos por la Infancia). Es un problema que vincula los trabajos y los salarios a la violencia doméstica y la interrupción familiar. “¿Qué está sucediendo ahora mismo en la ciudad de Nueva York con las mujeres que las ponen en un riesgo tan alto? ¿Qué se puede hacer para promover su movilidad social?”

Sin duda, el aumento de adultos solteros sin hogar también es un problema muy grave. Tanto la población soltera como familiar, así como el censo más pequeño de parejas adultas en el sistema, merecen la atención de los candidatos. “Los líderes no pueden centrarse únicamente en una población u otra”, dice un defensor de las personas sin hogar.

Planes locales, contexto global

Hasta ahora, los candidatos que han hecho públicos sus planes detallados de vivienda han dado un tratamiento bastante destacado a las personas sin hogar y han abordado algunas de las características únicas de la vertiente familiar del asunto.

Kathryn Garcia se comprometió a “construir 10.000 unidades de vivienda de apoyo para proporcionar refugio permanente, servicios y apoyo a las personas que experimentan la falta de hogar en la calle y a las que están en mayor riesgo”, una política que estaría dirigida principalmente a los adultos solteros, mientras que “para las familias, las mujeres y los niños”, promete “garantizar servicios envolventes en los refugios, incluyendo la educación, la salud y la preparación para el trabajo”. Garcia también quiere “garantizar que los servicios para personas sin hogar y el desarrollo económico y la vivienda dependan del mismo vicealcalde, que será responsable de tratar los problemas de vivienda con un enfoque integral”.

Shaun Donovan dice que “financiaría un modelo de atención posterior con servicios para los neoyorquinos anteriormente sin hogar, para garantizar que reciban apoyo en sus nuevos hogares”. También adopta la idea del vicealcalde, y planea dar a un DM el control del Departamento de Educación, la Administración de Servicios para la Infancia, el Departamento de Servicios para Personas sin Hogar, el Departamento de Preservación y Desarrollo de la Vivienda y NYCHA. Donovan también presta atención al impacto único de la violencia doméstica en la falta de hogar.

También lo hace Scott Stringer y su plan “abordaría la intersección entre la violencia doméstica y la falta de vivienda aumentando la capacidad de los refugios especializados en violencia doméstica, reformando las leyes de rescisión de contratos de alquiler y proporcionando un nuevo suplemento de alquiler en todo el estado para ayudar a todos los supervivientes”.

Ningún candidato parece haber propuesto un enfoque global que ponga de manifiesto el vínculo entre la falta de vivienda familiar y la desigualdad racial y de género, pero Maya Wiley y Dianne Morales han arrojado algo de luz sobre la intersección de raza, género, riqueza y poder en la ciudad. Wiley, que proclama con orgullo su identidad como mujer negra, ha propuesto un “modelo de atención comunitaria universal” que pretende estimular “el crecimiento económico en los sectores dominados por las mujeres de color”. Morales, que se describe a sí misma como “una afrolatina de primera generación que es madre soltera de dos niños con diferencias de aprendizaje”, ha prometido un próximo plan de “equidad de género y sexualidad”.

Puede que el empoderamiento de las mujeres no haya sido el centro de la conversación política local hasta ahora en la carrera por la alcaldía de Nueva York en 2021, pero la conexión entre la movilidad social femenina y el progreso social general está bien establecida en la literatura sobre el desarrollo económico en todo el mundo. Uno de los objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas especifica que “la igualdad de género no es sólo un derecho humano fundamental, sino una base necesaria para un mundo pacífico, próspero y sostenible”. USAID ha argumentado que “invertir en la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres puede liberar el potencial humano a una escala transformadora.”

Un informe de 2013 del Center for American Progress señaló que “desde una perspectiva global, las mujeres poseen sólo el 1 por ciento de la propiedad, ganan el 10 por ciento de todos los ingresos y, sin embargo, producen la mitad de los alimentos del mundo. Cualquier programa de lucha contra la pobreza debe centrarse en las mujeres porque son el 70 por ciento de los pobres del mundo”.

No es típico ver las desigualdades de Nueva York en términos globales. De hecho, no es típico ver a las familias sin hogar en absoluto. La imagen popular de una persona sin hogar es la de un hombre solitario empujando un carrito de la compra, no la de un niño de tercer grado en el metro que va del refugio al colegio. Por eso, dice March, los candidatos deben hablar explícitamente de ello.

“A menudo se presta atención a las cosas que la gente ve. Es como si generalmente no estuvieran en primer plano. Y la vida en el refugio como niño pequeño tiene un impacto formativo en su trayectoria a largo plazo”, dice. “Así que, ¿qué vamos a hacer al respecto? Esperemos que [los candidatos] se vean empujados a decir algo más que ‘construir más viviendas’. ¿Qué otra cosa puede evitar su entrada en la vivienda en primer lugar?”.

Este artículo forma parte de una serie apoyada por la Family Homelessness Coalition. City Limits es el único responsable del contenido.