City Limits habló con varios de los inmigrantes que fueron trasladados desde el Holiday Inn del centro de Manhattan al nuevo refugio en Randall’s Island, un grupo que incluía a una mujer embarazada y solicitantes de asilo con muletas, entre otros.
Este artículo apareció originalmente en inglés. Traducido por Daniel Parra.
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Las cartas de mudanza se deslizaron silenciosamente debajo de las puertas de las habitaciones de los solicitantes de asilo en el Centro de Ayuda y Respuesta de Emergencia Humanitaria (HERRC por sus siglas en inglés) en 99 Washington St. el último fin de semana de agosto.
“Me desperté para ir al baño a las 4 a.m y vi la carta en el piso de la entrada”, dijo Carlos, quien pidió que no se usara su nombre completo por temor a represalias.
Varios inmigrantes alojados en el HERRC, con sede en un hotel Holiday Inn del centro de Manhattan, empezaron a ser trasladados desde el 5 de septiembre, y continuarán hasta el 16 de septiembre, cuando el hotel se convertirá en un refugio para familias con niños, explica una de las cartas.
Los autobuses trasladarían a los residentes desde el hotel hasta el recientemente inaugurado refugio bajo carpas en Randall’s Island, uno de los refugios de este tipo más grandes de la ciudad, con una capacidad para 2.000 personas. “Todos los huéspedes actuales de 99 Washington serán bienvenidos en el nuevo espacio de HERRCs en Randall’s Island”, dicen las cartas de traslado obtenida por City Limits, impresa tanto en inglés como en español.
La semana pasada, unos días después de que se emitieran las cartas de notificación, City Limits habló con varios de los que las recibieron, un grupo que incluía a una mujer embarazada, una madre de un hijo adulto con discapacidades, solicitantes de asilo con muletas, entre otros. No quedó claro de inmediato cuántos en el lugar estaban siendo trasladados fuera del hotel: un hombre en silla de ruedas, por ejemplo, dijo que no le pidieron que se fuera.
Además del traslado más inmediato a las carpas en Randall’s Island, muchos miembros del grupo tenían a la vista otra fecha límite mayor: a principios de agosto, habían recibido avisos de que tendrían que abandonar el refugio dentro de 60 días. Aquellos que no encuentren un alojamiento alternativo en ese plazo tendrán que volver a solicitarlo, en virtud de una política anunciada por la alcaldía en julio para resolver los problemas de capacidad de todo el sistema de refugios de la ciudad.
“Me estaba preparando para irme en octubre”, dijo una inmigrante colombiana quien también pidió permanecer en el anonimato para evitar problemas, “pero esto pone patas arriba todos los planes de alquilar”. Tiene un contrato para mudarse a un apartamento a finales de septiembre, explicó la mujer, y pidió permanecer en el Holiday Inn hasta entonces, diciendo que ir a su trabajo en la noche desde Randall’s Island será más difícil.
Los cambios, dicen los funcionarios, son necesarios para liberar camas de hotel para familias con niños, quienes según las reglas del derecho al refugio —que el alcalde Eric Adams está desafiando en los tribunales— no deben ser alojados en refugios congregados. El alcalde dijo el domingo que pronto no podrá cumplir con ese estándar.
“Eventualmente tendremos que trasladar a mujeres y niños a entornos congregados”, dijo Adams durante una entrevista con Pix11.
La ciudad ha insistido durante meses en que se está quedando sin espacio, mientras miles de inmigrantes continúan llegando semanalmente: desde la primavera pasada, más de 110.000 han llegado a la ciudad de Nueva York y 59.700 todavía están bajo el cuidado de la ciudad.
Adams, que está presionando al gobierno federal para que obtenga más fondos y acelere la autorización de trabajo para los inmigrantes recién llegados, también ordenó el sábado a las agencias de la ciudad reducir el gasto en un 5 por ciento en los siguientes tres planes presupuestales, refiriendose a los “costos de la crisis humanitaria de los solicitantes de asilo en un momento en que el crecimiento de los ingresos se está desacelerando y la financiación del estímulo COVID-19 está disminuyendo”.
“Si bien nuestra compasión es ilimitada, nuestros recursos no lo son”, dijo el alcalde en un comunicado que acompañaba su anuncio de los recortes planeados, por lo que recibió críticas de varios defensores y legisladores preocupados porque se desacelere aún más los esfuerzos de la alcaldía para ubicar a las personas en una vivienda permanente.
El miércoles pasado, muchas personas de diferentes partes del mundo se preparaban para abandonar con sus maletas, bolsos y pertenencias el Holiday Inn Manhattan antes del traslado a las carpas de Randall’s Island.
La alcaldía no respondió a las preguntas sobre cuántos adultos y parejas estaban siendo trasladados de hoteles hacia las grandes carpas. MedRite, una empresa de atención en urgencias que administra el refugio Holiday Inn, no respondió a una solicitud de comentarios. Dicha empresa, que no tenía antecedentes de gestión de un refugio, se encuentra entre un grupo de más de 40 proveedores que la alcaldía contrató en febrero como parte de un contrato de $304.900.000 dólares, según cifras de la oficina del contralor.
Entre los que se preparaban para la mudanza se encontraba una mujer que usaba muletas por un pie roto, quien prefirió permanecer en el anonimato y dijo que le preocupaba cómo podría moverse en el nuevo sitio.
La remota ubicación del lugar era una preocupación común de los que iban a ser enviados a la isla, y ha sido un argumento utilizado por los funcionarios locales que se oponen a los refugios propuestos en otros lugares como el Floyd Bennett Field de Brooklyn, una estación aeronaval de la Segunda Guerra Mundial que se espera que reciba pronto la aprobación de la administración Biden para su uso como refugio.
Cuando se anunció la apertura de Randall’s Island, los funcionarios dijeron que el HERRC tendría acceso al autobús M35 y a una ruta de autobús que transportará personas hacia Astoria, Queens. Si bien la M35 circula tanto de día como de noche, la alcaldía no respondió a las preguntas sobre los horarios de funcionamiento de la ruta.
Carlos, de 26 años, dijo que él y su pareja fueron trasladados previamente al Holiday Inn desde otro refugio para grupos grandes porque les preocupaba ser objeto de acoso por ser una pareja gay.
El director ejecutivo de Coalition for the Homeless (la Coalición para personas sin hogar), Dave Giffen, dijo que cualquier mujer embarazada, miembro de la comunidad LGBTQ o persona con una discapacidad física o mental debe informar al administrador o director del refugio sobre su situación y solicitar reubicación en otro lugar. La alcaldía no respondió a preguntas sobre cómo está manejando este tipo de solicitudes.
“Ellos [el personal del refugio] están cerrados a cualquier conversación y no escuchan”, dijo Carlos. “Hay personas discapacitadas que no tienen a nadie, personas con discapacidad intelectual y no tienen nada estable, y van a ser [demasiado] vulnerables; hay personas mayores que están heridas o han sufrido accidentes. Creo que ellos van a estar peor que yo”.
El miércoles pasado, en el Holiday Inn, los inmigrantes que se alojaban allí hacían una serie de planes alternativos: algunos aceptaron ir al refugio de Randall’s Island, otros a otros lugares de la ciudad y a otros estados, mientras que al menos una persona estaba planeando regresar a su país de origen.
“La gente está encontrando otras oportunidades”, dijo la vicealcaldesa Anne Williams-Isom en una rueda de prensa el miércoles. “Eso es algo bueno, eso es lo que queremos ver más: queremos ver que la gente deja de permanecer en el sistema de refugios”.
Entre los que se disponían a abandonar inicialmente el hotel la semana pasada se encontraba una mujer cuyo hijo de 36 años tiene parálisis cerebral. Se había despertado temprano en la mañana del fin de semana anterior cuando vio la carta en el suelo notificándoles el traslado.
“A mi hijo le duele la cabeza, tiene ansiedad”, explicó la madre de 53 años, quien pidió permanecer en el anonimato. Pero después de empacar todas sus cosas para la mudanza, a ella y a su hijo se les extendió su estadía en el hotel, aunque no está claro por cuánto tiempo.
“Me entristece ver a tanta gente en agonía durante el poco tiempo que les dieron”, dijo la mujer, mientras otros abandonaban las instalaciones.
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