Los legisladores están intentando evitar el cierre de la planta eléctrica de e ReEnergy Black River, en Fort Drum, cambiando la definición estatal de energía renovable para incluir la quema de madera, conocida como biomasa forestal. Se ha demostrado científicamente que este proceso contamina más que el carbón.

Office of the NY Governor

El exgobernador Cuomo visita la planta de ReEnergy en 2012.

Este artículo apareció originalmente en inglés. Translated by Daniel Parra.
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Los grupos ambientalistas se vieron sacudidos el mes pasado por una propuesta de ley que pretende cambiar la forma en que la ley ambiental de 2019 del estado contabiliza las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero el nuevo proyecto de ley, patrocinado por el senador estatal demócrata Kevin Parker, también incluye a hurtadillas otra cláusula que muchos pasaron por alto.

Sugiere cambiar la definición de lo que se considera energía renovable según la ley estatal para incluir la electricidad producida por quema de residuos como el estiércol de vaca —un proceso conocido como “digestión anaeróbica”— y la madera, un proceso conocido como “bioenergía forestal” o biomasa forestal.

La inclusión de la biomasa forestal preocupa especialmente a la comunidad de defensores del medio ambiente porque se ha demostrado científicamente que produce elevadas cantidades de emisiones de carbono. Incluirla en la definición estatal de energía renovable, dicen los ecologistas, supondría un importante paso atrás en la eliminación progresiva de su uso en Nueva York, y sería un mal ejemplo para el resto del país.

Además, el proyecto de ley incluye una curiosa salvedad: la nueva definición sólo se aplicaría a las plantas de energía que produzcan biomasa forestal “a partir del 31 de diciembre de 2022”. Los ambientalistas que hablaron con City Limits dijeron que el marco de tiempo señala un movimiento de los legisladores para detener el cierre de ReEnergy Black River, la última planta de energía de biomasa con un contrato del gobierno que queda en pie en Nueva York.

Situada cerca de la frontera norte, al norte del estado, dentro de una base del ejército estadounidense conocida como Fort Drum, la planta suministra electricidad a la base y se comercializa como “el mayor proyecto de energía renovable de la historia del ejército estadounidense”. Black River depende de un contrato con la Autoridad de Investigación y Desarrollo Energético del Estado de Nueva York (NYSERDA por sus siglas en inglés) para funcionar, pero el acuerdo de 20 años expira en mayo y el estado no ha mostrado intención de renovarlo.

“Estábamos preocupados por la central de Fort Drum. Y esperamos que podamos atraer más atención hacia ella, y conseguir que la gente negocie y averigüe qué podemos hacer [para mantenerla abierta]”, declaró Parker a City Limits.

Unos meses antes, Parker y dos colegas republicanos del Senado, respaldaron otro proyecto de ley que pretende reconocer la instalación como “un sistema de energía renovable” y prorrogar su contrato con NYSERDA. La planta dejó de funcionar oficialmente el 31 de marzo y ahora está realizando una serie de despidos, según ReEnergy Holdings, la empresa propietaria de la planta.

Por su parte, la senadora estadounidense Kirsten Gillibrand, una de los más antiguos miembros del Committee on Armed Services (comité de servicios armados) y ferviente defensora de la planta desde su apertura en 2014, habría hablado con los líderes de la Asamblea y el Senado del estado para evitar el cierre de la planta de Fort Drum a principios de este año.

“Los funcionarios electos han estado presionando al estado para que proporcione fondos para esta planta y mantenerla en funcionamiento utilizando un lenguaje muy inquietante que afirma que la biomasa forestal es [energía] limpia”, dijo Laura Haight, directora de políticas de Estados Unidos en Partnership for Policy Integrity (PFPI por sus siglas en inglés), una organización ambiental que se opone a los esfuerzos para mantener viva la planta.

“La quema de biomasa [forestal] no es una práctica con neutralidad en carbono. Hace más de una década que la ciencia lo desmiente por completo”, añadió Haight.


La etiqueta verde que da réditos

La planta ReEnergy Black River de Fort Drum se ha mantenido activa reutilizando los “residuos forestales” de los aserraderos de la zona y quemándolos para producir energía. La electricidad generada a partir de ese proceso alimentó la base militar de Fort Drum gracias a un contrato que la empresa firmó con el Departamento de Defensa estadounidense.

La planta tiene 60 megavatios de capacidad de generación y se describe a sí misma como “un catalizador del crecimiento económico sostenible en North Country y Central New York”.

Pero la producción de biomasa forestal se está eliminando progresivamente en Nueva York porque se ha demostrado científicamente que contamina más que el carbón, un combustible fósil que libera sustancias tóxicas, entre ellas los gases de efecto invernadero responsables del cambio climático.

La planta de biomasa de Black River tiene permiso para emitir más de 2.500 libras de dióxido de carbono por megavatio por hora. Mientras tanto, las centrales de carbón, que Nueva York ha eliminado progresivamente debido a su impacto climático, emiten 2.180 libras de carbono por megavatio por hora.

A pesar de ello, la mayor fuente de ingresos de la planta de Fort Drum procede de denominarse a sí misma fuente de energía limpia. ReEnergy Holdings declaró a City Limits que no ganaba dinero vendiendo su electricidad a Fort Drum, sino que obtenía beneficios vendiendo certificados de energía limpia conocidos como Certificados de Energía Renovable (Renewable Energy Credits, REC) a la agencia medioambiental estatal NYSERDA.

Un REC es un certificado que representa un megavatio-hora de energía renovable suministrada a la red eléctrica. Estos créditos son comprados por NYSERDA y revendidos a empresas que emiten gases de efecto invernadero para que puedan obtener exenciones de contaminar a cambio de entregar energía verde a la red.

Pero desde que la ley ambiental se aprobó en 2019 y excluyó la biomasa de su definición de “energía renovable”, NYSERDA no puede seguir haciendo negocios con esta empresa.

La agencia ha mantenido seis contratos con instalaciones de biomasa en todo el estado desde 2004, pero cinco de esos acuerdos ya han expirado, según NYSERDA. El contrato con la planta ReEnergy Black River de Fort Drum es el único que sigue activo, y la agencia dice que también cesará en mayo.

Los dos proyectos de ley patrocinados por el senador Parker permitirían a la empresa seguir vendiendo REC al modificar la definición de energía renovable para incluir la producción de biomasa. Pero sólo uno incluía lenguaje para extender el contrato con NYSERDA “hasta el 30 de noviembre de 2034”. Este proyecto de ley se presentó en la sesión legislativa del año pasado y se volvió a poner sobre la mesa en febrero de este año, según Sarah Boggess, vicepresidenta de asuntos externos de ReEnergy Holdings.

La empresa espera que la legislación aún pueda revertir la situación.

“El proyecto de ley de febrero contiene el tipo de lenguaje necesario para salvar la planta en esta fase tan avanzada”, dijo Boggess a City Limits. “Hay una breve ventana de tiempo en la que un reinicio podría ser potencialmente posible si el Estado prorrogara el contrato de la planta con NYSERDA”.

La empresa también envió una petición a la Comisión de Servicios Públicos de Nueva York en julio del año pasado “para que inicie un procedimiento para compensar de forma justa y precisa” a la planta de Fort Drum con subvenciones del gobierno, o se vería obligada a “cesar sus operaciones”.

Mientras tanto, 21 grupos defensores del medio ambiente firmaron una carta reseñada por City Limits en la que se oponían a la asignación de fondos estatales para evitar el cierre de la planta de Black River, alegando que costará dinero a los contribuyentes “sin avanzar en el cumplimiento de los mandatos neoyorquinos sobre energías renovables”.

Pero Boggess dijo que el cierre inminente de la planta de Fort Drum ha sido “desgarrador” para la empresa. ReEnergy Holdings no solo gastó $50 millones de dólares en convertir la planta de carbón en una central eléctrica de combustión de madera cuando la compró en 2011, sino que “mantiene muchos puestos de trabajo y ha proporcionado beneficios a Fort Drum”, añadió Boggess.

La planta empleaba a 30 personas y afirma mantener “más de 300 puestos de trabajo directos e indirectos”, ya que compra residuos a empresas madereras y aserraderos de la región para alimentar sus operaciones. El condado de Jefferson, donde se encuentra la planta, ocupa el puesto 26 de 62 en cuanto a pobreza entre los condados del estado de Nueva York, según una reciente evaluación del Community Action Planning Council del condado.

“Se trata de personas cuyas vidas se verán alteradas por el cierre de la planta. Y creo que el Estado y la empresa tienen la responsabilidad de ayudar en esa transición y ofrecer nuevas oportunidades de empleo”, dijo Haight, director de política de PFPI.

El grupo es uno de los que denuncian el intento de Black River de cambiar la definición de energía renovable en la ley ambiental, que establece estrictos objetivos que Nueva York debe cumplir para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en las próximas décadas.

“En lugar de eso, optaron por un rescate que cambiaría toda una ley [ambiental] y produciría un gran retroceso en una definición de energía renovable líder en el país”, añadió Haight.

Derribando el mito de la neutralidad de carbono

Ya en 2016, las Naciones Unidas citaron la biomasa en su definición de energía renovable, pero en la última década, los científicos dicen que han logrado desmentir el mito de que la quema de residuos forestales para producir energía puede ser sostenible.

La industria de la biomasa forestal ha prosperado en Estados Unidos vendiendo la idea de que su producto es neutro en carbono, es decir, que no contribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero. Argumentan que, al replantar la madera que queman, vuelven a crecer nuevos árboles que absorben el carbono, anulando el que se liberó durante el proceso de combustión en primer lugar.

“Ese carbono se [absorbe] volviendo a crecer el bosque. Y el bosque crece más deprisa de lo que se elimina”, afirma John Bartow, director ejecutivo de Empire State Forest Products Association, una organización comercial que ha colaborado estrechamente con ReEnergy Holdings

“Mientras el crecimiento supere la mortalidad y la tala, el uso de la madera para producir energía nos reportará el mayor beneficio climático que existe. Porque se está utilizando un recurso energético renovable”, añadió Bartow.

Pero el Dr. Robert Howarth, un reputado bioquímico que ayudó a elaborar la ley ambiental de Nueva York, afirma que el bosque no crece lo bastante rápido como para reponer todo el dióxido de carbono que se libera y que “el bosque puede tardar 100 años en volver a crecer” y compensar esas emisiones.

Tras años de deliberaciones sobre qué combustibles deben considerarse renovables según la definición de la ley ambiental, la biomasa forestal “no pasó el corte”, declaró Haworth a City Limits.

“No reducen [las emisiones de carbono] lo bastante rápido, así que en lo que realmente tenemos que centrarnos es en utilizar la energía eólica, solar e hidráulica para producir electricidad que haga funcionar nuestras bombas de calor y nuestros hogares, así como los vehículos eléctricos que circulan por nuestras carreteras”, explicó Haworth.

En la actualidad, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas no “considera o asume automáticamente que la biomasa utilizada para producir energía sea ‘neutra en carbono’, incluso en los casos en que se cree que la biomasa se produce de forma sostenible”.

Los científicos que han contribuido a desacreditar la teoría de la carbononeutralidad del proceso afirman que la industria de la biomasa no tiene en cuenta las emisiones de gases de efecto invernadero que se liberan antes de la combustión de la madera en una planta de energía. La recolección, el transporte y el procesamiento del material antes de que llegue a la planta requieren el uso de maquinaria pesada como camiones, que suelen funcionar con combustibles fósiles que emiten grandes cantidades de carbono.

Un estudio elaborado por el grupo de defensa del medio ambiente Natural Resources Defense Council (NRDC) examinó cada paso de la cadena de suministro de biomasa forestal. En él se analizaba un escenario específico en el que los residuos forestales recogidos en Estados Unidos se convertían en astillas de madera y se enviaban al Reino Unido para ser quemados con fines energéticos. El análisis reveló que más de un tercio de las emisiones de carbono del proceso se producían fuera de las instalaciones, en lugar de en la central eléctrica.

“Independientemente del lugar donde se queme la madera, se producen emisiones adicionales a las de la chimenea. Por tanto, si no se tienen en cuenta esas emisiones, se está pasando por alto una parte importante del impacto climático”, afirma Sami Yassa, científico del NRDC que ha trabajado en el estudio.

Al igual que la quema de combustibles fósiles, la quema de madera produce una serie de “contaminantes atmosféricos que causan toda una serie de daños a la salud, desde ataques de asma hasta cáncer e infartos, con el consiguiente número de visitas al hospital y muertes prematuras”, añade el estudio.

Para Yassa, volver a incluir la biomasa forestal en la definición de energía renovable en el estado de Nueva York significará un paso atrás en la eliminación progresiva de la práctica de quemar madera para obtener energía en todo el país. Hay 135 plantas de energía de biomasa en funcionamiento en todo el país que declararon quemar madera sólida en 2022, según datos compartidos por la Administración de Información Energética de Estados Unidos.

“Si el Congreso de EE.UU., o estados individuales intentan afirmar erróneamente que la biomasa forestal es neutra en carbono, amenazan con hacer retroceder nuestros esfuerzos para reducir las emisiones y abordar el cambio climático. Podría erosionar gravemente los objetivos de la administración Biden de lograr reducciones de emisiones a corto plazo”, declaró Yassa.

El proyecto de ley de Parker, que pretende modificar el modo en que la ley ambiental contabiliza las emisiones de gases de efecto invernadero y ajusta la definición de energía renovable para incluir la biomasa, surgió en las recientes negociaciones presupuestarias con la gobernadora Kathy Hochul, pero la gobernadora ha dado marcha atrás en su apoyo a las medidas citadas en el proyecto.

Los legisladores siguen negociando el plan de gastos del Estado, que lleva ya más de una semana de retraso.

“Estamos trabajando estrechamente con el poder legislativo para conseguir un presupuesto estatal que incluya las iniciativas climáticas más impactantes de la historia reciente. Todo esto se hará con el telón de fondo de la rentabilidad, de modo que estemos alcanzando nuestros objetivos climáticos al tiempo que protegemos a los neoyorquinos que trabajan duro”, dijo Hochul en un comunicado enviado por correo electrónico.