‘La ciudad de Nueva York no necesita ir muy lejos para aumentar los recursos alimentarios para los necesitados: debería incentivar a los supermercados y restaurantes a donar el exceso de comida preparada que de otra manera se desperdiciaría.’
Kathryn García, zar de la comida de la ciudad de Nueva York que supervisa todos los programas de alimentación, renunció. Mientras contamos con un aumento de la inseguridad alimentaria, nos quedamos sin liderazgo que nos ayude a navegar esta crisis. El alcalde debe nombrar a un nuevo zar de la comida como delegado adjunto de forma inmediata, alguien que debe implementar nuevos programas para abordar la escasez de alimentos.
Más de un millón de residentes sufren de inseguridad alimentaria en la ciudad de Nueva York, y estas cifras se han disparado durante la pandemia. COVID-19 ha obligado a las familias a decidir entre pagar el alquiler, los servicios públicos o sus facturas médicas, y con poca o ninguna fuente de ingresos, dependen cada vez más de los proveedores de alimentos de emergencia.
Entre los más afectados se encuentran los estudiantes universitarios con hambre y los inmigrantes indocumentados: la tasa de inseguridad alimentaria entre los estudiantes de CUNY es de 21 por ciento, y los expertos en alimentos estiman que esta tasa se eleva al 31 por ciento entre los inmigrantes indocumentados. Una explicación para esto es que muchos inmigrantes indocumentados y estudiantes universitarios no son elegibles o tienen un límite de beneficios para el programa de asistencia de nutrición suplementaria (cupones de alimentos).
Afortunadamente, la ciudad de Nueva York no necesita ir muy lejos para aumentar los recursos alimentarios para los necesitados: debería incentivar a los supermercados y restaurantes a donar el exceso de comida preparada que de otra manera se desperdiciaría. Los alimentos constituyen el 18 por ciento de todos los desechos y el 68 por ciento de los alimentos desechados son comestibles en un día cualquiera.
El alcalde puede liderar estableciendo un programa de donación voluntaria de alimentos (VFDP por sus siglás en inglés), que sería administrado por un nuevo zar de la comida. Bajo el VFDP, los restaurantes y tiendas de comestibles participantes que están registrados con la ciudad recibirían tarifas reducidas en la obtención y renovación de licencias con el departamento de protección al consumidor y al trabajador, si donan alimentos a proveedores de alimentos de emergencia, como comedores populares, despensas y bancos de alimentos, incluidos en un directorio establecido por la alcaldía.
Para participar los restaurantes tendrían que registrarse y la ciudad establecería un directorio en línea de proveedores de alimentos de emergencia que quisieran recibir donaciones. Para recibir un crédito en las tarifas los establecimientos estarían obligados a firmar una declaración de participación, aceptando los términos y condiciones estipulados, y producir registros de alimentos donados a la ciudad.
Además el alcalde debería poner un límite a las tarifas, basándose en factores equitativos como el tamaño del establecimiento o la cantidad de alimentos donados. Los créditos deberían ser más altos para los establecimientos más pequeños en comparación con los más grandes; e independientemente del tamaño, los establecimientos deben recibir más recompensas si cumplen con los umbrales de donación más altos establecidos por la ciudad.
Este programa constituye una política pública sólida. Por ejemplo, los inmigrantes indocumentados y los estudiantes universitarios que viven bajo inseguridad alimentaria tendrían acceso a mayores recursos en los comedores populares, las despensas y los bancos de alimentos existentes. Los bancos de alimentos verían un aumento del 20 por ciento en los recursos alimentarios para los necesitados si solo se donara el 5 por ciento de los alimentos desechados que generan los supermercados, restaurantes, universidades y hospitales, de acuerdo con el departamento de conservación ambiental.
Nuestro medio ambiente también evitaría la producción de gas metano que proviene del desperdicio de alimentos, y las donaciones ayudarían a desviar los restos de alimentos de los vertederos, reduciendo un equivalente a decenas de miles de toneladas métricas de dióxido de carbono cada año.
En este momento no sabemos cuántos restaurantes participarán, ya que el servicio de comida en espacios cerrados está restringido y el servicio al aire libre es estacional. Pero es razonable esperar que haya algún nivel de participación, ya que los establecimientos recibirían tarifas reducidas en sus gastos comerciales fijos, no especulativos. Y, no se equivoquen, un crédito en las tarifas no es cualquier cosa. A nivel de la ciudad, pagar $280 en un permiso para establecimiento de alimentos y $280 en tarifas de renovación es significativo.
Todas las manos deben estar unidas. En 2018, el concejal Mark Treygor introdujo una legislación que abordó un concepto similar. La diferencia entre 2018 y ahora es que nos enfrentamos a una emergencia de mayores proporciones, y como el concejo aún no ha tomado medidas, le pido al alcalde que implemente un programa integral de seguridad alimentaria de inmediato.
También instó al gobernador Cuomo a que incentive a las tiendas de alimentos, que venden alimentos empaquetados, a donar mediante la reducción de las tarifas de la licencia de tienda de alimentos minoristas, emitida por el departamento de agricultura y mercado del estado de Nueva York. A nivel de la ciudad y el estado, costaría significativamente menos dólares de impuestos enfocarse en incentivos para donar, que comprar alimentos directamente.
Nuestra ciudad tiene dificultades financieras difíciles por delante, pero debemos aprovechar todos los recursos. Como tantos otros, fui educado para no tirar nunca la comida de Dios, porque hay demasiadas personas entre nosotros que se van a dormir con hambre todas las noches.
Es hora de enfrentar la escasez de alimentos y el hambre.
Abreu representa a familias de bajos ingresos en la Corte de Vivienda y es candidato a concejal por el Distrito 7 en el Norte de Manhattan.
Opinión: Los neoyorquinos tienen hambre. Restaurantes y supermercados pueden ayudar.
By Shaun Abreu.
‘La ciudad de Nueva York no necesita ir muy lejos para aumentar los recursos alimentarios para los necesitados: debería incentivar a los supermercados y restaurantes a donar el exceso de comida preparada que de otra manera se desperdiciaría.’
Esta historia apareció originalmente en inglés.
Read the English version here.
Kathryn García, zar de la comida de la ciudad de Nueva York que supervisa todos los programas de alimentación, renunció. Mientras contamos con un aumento de la inseguridad alimentaria, nos quedamos sin liderazgo que nos ayude a navegar esta crisis. El alcalde debe nombrar a un nuevo zar de la comida como delegado adjunto de forma inmediata, alguien que debe implementar nuevos programas para abordar la escasez de alimentos.
Más de un millón de residentes sufren de inseguridad alimentaria en la ciudad de Nueva York, y estas cifras se han disparado durante la pandemia. COVID-19 ha obligado a las familias a decidir entre pagar el alquiler, los servicios públicos o sus facturas médicas, y con poca o ninguna fuente de ingresos, dependen cada vez más de los proveedores de alimentos de emergencia.
Entre los más afectados se encuentran los estudiantes universitarios con hambre y los inmigrantes indocumentados: la tasa de inseguridad alimentaria entre los estudiantes de CUNY es de 21 por ciento, y los expertos en alimentos estiman que esta tasa se eleva al 31 por ciento entre los inmigrantes indocumentados. Una explicación para esto es que muchos inmigrantes indocumentados y estudiantes universitarios no son elegibles o tienen un límite de beneficios para el programa de asistencia de nutrición suplementaria (cupones de alimentos).
Afortunadamente, la ciudad de Nueva York no necesita ir muy lejos para aumentar los recursos alimentarios para los necesitados: debería incentivar a los supermercados y restaurantes a donar el exceso de comida preparada que de otra manera se desperdiciaría. Los alimentos constituyen el 18 por ciento de todos los desechos y el 68 por ciento de los alimentos desechados son comestibles en un día cualquiera.
El alcalde puede liderar estableciendo un programa de donación voluntaria de alimentos (VFDP por sus siglás en inglés), que sería administrado por un nuevo zar de la comida. Bajo el VFDP, los restaurantes y tiendas de comestibles participantes que están registrados con la ciudad recibirían tarifas reducidas en la obtención y renovación de licencias con el departamento de protección al consumidor y al trabajador, si donan alimentos a proveedores de alimentos de emergencia, como comedores populares, despensas y bancos de alimentos, incluidos en un directorio establecido por la alcaldía.
Para participar los restaurantes tendrían que registrarse y la ciudad establecería un directorio en línea de proveedores de alimentos de emergencia que quisieran recibir donaciones. Para recibir un crédito en las tarifas los establecimientos estarían obligados a firmar una declaración de participación, aceptando los términos y condiciones estipulados, y producir registros de alimentos donados a la ciudad.
Además el alcalde debería poner un límite a las tarifas, basándose en factores equitativos como el tamaño del establecimiento o la cantidad de alimentos donados. Los créditos deberían ser más altos para los establecimientos más pequeños en comparación con los más grandes; e independientemente del tamaño, los establecimientos deben recibir más recompensas si cumplen con los umbrales de donación más altos establecidos por la ciudad.
Este programa constituye una política pública sólida. Por ejemplo, los inmigrantes indocumentados y los estudiantes universitarios que viven bajo inseguridad alimentaria tendrían acceso a mayores recursos en los comedores populares, las despensas y los bancos de alimentos existentes. Los bancos de alimentos verían un aumento del 20 por ciento en los recursos alimentarios para los necesitados si solo se donara el 5 por ciento de los alimentos desechados que generan los supermercados, restaurantes, universidades y hospitales, de acuerdo con el departamento de conservación ambiental.
Nuestro medio ambiente también evitaría la producción de gas metano que proviene del desperdicio de alimentos, y las donaciones ayudarían a desviar los restos de alimentos de los vertederos, reduciendo un equivalente a decenas de miles de toneladas métricas de dióxido de carbono cada año.
En este momento no sabemos cuántos restaurantes participarán, ya que el servicio de comida en espacios cerrados está restringido y el servicio al aire libre es estacional. Pero es razonable esperar que haya algún nivel de participación, ya que los establecimientos recibirían tarifas reducidas en sus gastos comerciales fijos, no especulativos. Y, no se equivoquen, un crédito en las tarifas no es cualquier cosa. A nivel de la ciudad, pagar $280 en un permiso para establecimiento de alimentos y $280 en tarifas de renovación es significativo.
Todas las manos deben estar unidas. En 2018, el concejal Mark Treygor introdujo una legislación que abordó un concepto similar. La diferencia entre 2018 y ahora es que nos enfrentamos a una emergencia de mayores proporciones, y como el concejo aún no ha tomado medidas, le pido al alcalde que implemente un programa integral de seguridad alimentaria de inmediato.
También instó al gobernador Cuomo a que incentive a las tiendas de alimentos, que venden alimentos empaquetados, a donar mediante la reducción de las tarifas de la licencia de tienda de alimentos minoristas, emitida por el departamento de agricultura y mercado del estado de Nueva York. A nivel de la ciudad y el estado, costaría significativamente menos dólares de impuestos enfocarse en incentivos para donar, que comprar alimentos directamente.
Nuestra ciudad tiene dificultades financieras difíciles por delante, pero debemos aprovechar todos los recursos. Como tantos otros, fui educado para no tirar nunca la comida de Dios, porque hay demasiadas personas entre nosotros que se van a dormir con hambre todas las noches.
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