Durante semanas, City Limits ha hablado con personas en dos de los centros humanitarios de emergencias humanitarias y socorro (HERRC por sus siglas en inglés) de la ciudad: uno en el Hotel ROW y otro en el Hotel Watson de Manhattan, donde recientemente se trasladó a hombres adultos a un centro de acogida en la Terminal de Cruceros de Brooklyn, en Red Hook.

Adi Talwar

Solicitante de asilo en el exterior del Hotel Watson de Manhattan, que la ciudad ha estado utilizando como centro humanitario de emergencias humanitarias y socorro para acoger a migrantes. Los hombres adultos fueron trasladados fuera del refugio este fin de semana para dejar paso a familias y niños migrantes.


Este artículo apareció originalmente en inglés. Translated by Daniel Parra.
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La ciudad de Nueva York acaba de abrir un quinto centro humanitario de emergencias humanitarias y socorro (HERRC por sus siglas en inglés) como refugio temporal en la Terminal de Cruceros de Brooklyn, parecido a los dos centros ya desmantelados que se habían planeado para Orchard Beach y que funcionaron brevemente en Randall’s Island.

Pero la ubicación ha sido condenada no solo por los grupos de defensa de las personas sin hogar —como Legal Aid y la Coalición para las personas sin hogar— y los defensores de los derechos de los inmigrantes, sino también por algunos residentes del centro humanitario que el fin de semana pasado se resistieron a los esfuerzos de la ciudad para trasladarlos desde un hotel en el centro de la ciudad a las nuevas instalaciones frente al mar.

La ciudad planea convertir el Hotel Watson en un centro humanitario para familias y niños inmigrantes. El edificio había albergado anteriormente a cientos de adultos inmigrantes, muchos de ellos con trabajos como repartidores de comida a domicilio. City Limits habló la semana pasada con más de una docena de personas alojadas en el Watson en los días previos al inicio de los traslados, y todos dijeron que no querían marcharse.


Un joven colombiano, que pidió que no se utilizara su nombre por temor a represalias, dijo que no quería volver a dormir en catres después de haber pasado semanas en el HERRC de Randall’s Island, que el gobierno de Adams cerró tan solo un mes después de su apertura. Tras el cierre de la criticada instalación, el Concejo de la ciudad sugirió 10 sitios como alternativa, y el Hotel Watson era uno de ellos.

“Los hoteles siempre han sido la mejor opción a corto plazo, en contraste con la instalación de tiendas de campaña en zonas inaccesibles de Nueva York propensas a las inundaciones”, afirmaron Legal Aid Society y la Coalición para las personas sin hogar en un comunicado conjunto.

Desde entonces, el colombiano, junto con otros cientos de personas, ha sido trasladado del hotel Watson a la terminal de cruceros de Brooklyn. Allí recibieron dos mantas y una caja de seguridad —del tamaño de una caja de herramientas— para guardar objetos de valor. Quienes salen a trabajar dijeron que deben confiar sus pertenencias a otros residentes del refugio minetras trabajan.

“Nos dijeron que esto iba a ser por un mes”, dijo el colombiano después de entrar en el HERRC de Brooklyn. “Pero no sabemos en realidad”.

Otros han expresado su preocupación por la supervisión de los HERRC en general. Estos centros están gestionados por la Oficina de Gestión de Emergencias (OEM por sus siglas en inglés) y el Departamento de Salud y Hospitales de la ciudad, a diferencia de los albergues tradicionales de la ciudad, supervisados por el Departamento de Servicios para Personas sin Hogar (DHS por sus siglas en inglés), que por ley tienen que cumplir determinadas normas exigidas por la normativa neoyorquina sobre el derecho a la vivienda. La semana pasada, el alcalde Adams recibió críticas de defensores de los derechos de las personas sin hogar y de los inmigrantes por afirmar que no cree que los solicitantes de asilo “entren en toda la conversación sobre el derecho al refugio”.

La presidenta del Comité de Inmigración del Concejo, Shahana Hanif, señaló que las condiciones de la Terminal de Cruceros de Brooklyn “no cumplen las normas básicas exigidas por la ley municipal sobre el derecho a la vivienda”, haciendo eco de las preocupaciones que ella y otros expresaron en una audiencia de supervisión del Consejo sobre los HERRC en diciembre de 2022.

“Esta administración ha creado un sistema de HERRCs que actualmente funciona como un pseudo sistema de refugios sin ninguna de las normas mínimas o protecciones legales vigentes para los refugios”, dijo Hanif en ese momento. Los funcionarios de la administración rebatieron esa acusación.

“Esta idea de que de alguna manera estamos eludiendo el sistema de refugios con un sistema en la sombra, creo que fueron sus palabras, es una tontería”, dijo el Comisionado OEM Zachary Iscol* durante la audiencia. “La gente está abierta a acudir al sistema de refugios si lo necesita”.

Lo que decian los residentes

Más de 70.000 personas durmieron en un refugio del DHS el martes por la noche, cifra que no incluye a las personas que se encuentran en los HERRCs. Hasta el 25 de enero, había más de 27.800 solicitantes de asilo tanto en los albergues de la ciudad como en los HERRC, y más de 42.400 en total han pasado por el sistema desde la primavera pasada, según el Departamento de Salud y Hospitales. A mediados de diciembre, antes de que abriera sus puertas la terminal de cruceros de Brooklyn, había 5.414 personas alojadas en solo cuatro HERRCs.

Durante semanas, City Limits ha hablado con personas refugiadas en dos de los HERRCs: en el Hotel ROW y el hotel Watson en Manhattan. En ambos hoteles, las personas citaron preocupaciones sobre la calidad de la comida, así como tensiones entre los residentes y el personal.

Un residente del ROW contó que gritaban a las mujeres delante de sus hijos pequeños. En el Watson, algunos se quejaron de que los guardias de seguridad gritaban de forma inapropiada en respuesta a las preguntas de los inmigrantes, y en una ocasión se produjo una pelea entre un residente y un guardia (la oficina de prensa del Departamento de Salud y Hospitales, sin embargo, dijo que no tenía constancia de ningún incidente de este tipo en el hotel, y añadió que el 90 por ciento del personal del HERRC es bilingüe para garantizar una comunicación clara entre el personal y los huéspedes).

La queja más común que se escuchó en ambos HERRCs fue sobre la comida, que los residentes describieron como poco apetitosa. Un joven que residía en el Hotel Watson dijo que enfermó después de comer un sándwich de atún en la cafetería. “Llamé a mi madre en Venezuela y le pedí consejo para recuperarme”, dijo. Una familia haitiana que vive en el hotel ROW dijo que la comida les produjo dolor de estómago. “La fruta venía congelada. Las verduras y las ensaladas estaban congeladas”, explicó el padre, de 41 años. Ahora, Prefieren salir a la calle por comida.

Un portavoz de NYC Health + Hospitals dijo que la agencia recibe regularmente comentarios de los huéspedes a través del personal que escucha las peticiones y quejas.

“Además, nuestro personal va de puerta en puerta para recoger opiniones y ha realizado una encuesta a los huéspedes sobre la comida. Así, suspendemos las comidas que obtienen puntuaciones bajas y preparamos las que obtienen puntuaciones más altas”, dijo el representante, diciendo que también se han instalado microondas en todos los HERRCs.

“Ahora pedimos los sándwiches en función del número de residentes que los quieren”, añadió el portavoz, “y tenemos planes para donar el 100 por ciento de nuestras comidas no utilizadas para garantizar que no se desperdicie comida”.

La semana pasada en el Watson, en los días previos a que la ciudad abriera la terminal de cruceros y empezara a trasladar a los hombres adultos fuera del hotel, los residentes dijeron que habían recibido información contradictoria sobre los traslados. Algunos informaron que, luego de preguntarle al personal, les dijeron que podían quedarse en el hotel. Otros dijeron lo contrario, creando incertidumbre.

La semana pasada, el portavoz del el Departamento de Salud y Hospitales, Adam Shrier, dijo que los traslados al centro de Brooklyn serían voluntarios. De las 15 personas con las que City Limits habló antes de los traslados, ninguno había sido informado directamente de los traslados pendientes, todos dijeron que se habían enterado por carteles en el hotel y por el voz a voz.

“Nadie me dijo nada”, dijo a City Limits un joven venezolano que no quiso ser identificado por su nombre. “Leí [del traslado] en un cartel que estaba pegado en los pasillos”.

El joven de 23 años dijo a un reportero que no iría a la terminal donde no tendría intimidad. En el hotel, compartía habitación con una persona más, mientras que las fotos del recinto de la terminal de cruceros de Brooklyn muestran catres verdes alineados muy cerca unos de otros. Dos residentes de origen venezolano se despidieron de sus conocidos del refugio mientras City Limits estaba allí, diciendo que preferían irse a Canadá antes que trasladarse a otro centro humanitario de emergencias humanitarias y socorro.

Ese mismo día, otros llegaban al hotel por primera vez en busca de una cama. Tras esperar unos minutos frente a la entrada, donde decenas de bicicletas eléctricas y motos estaban sujetas a las bases de los andamios, el personal del HERRC les dijo que no podían quedarse allí y les entregó un papel en el que se les indicaba que se dirigieran en su lugar al refugio Bellevue para hombres, en la calle 30.

Adi Talwar

Bicicletas y motos aparcadas frente al Hotel Watson, en el centro de Manhattan, el 25 de enero. Muchos solicitantes de asilo han encontrado trabajo como repartidores de comida.


Adams ha pedido en repetidas ocasiones al gobierno federal que proporcione fondos y recursos adicionales para los solicitantes de asilo, estimando en un momento dado que la crisis podría costar a la ciudad hasta $2.000 millones de dólares. La gobernadora de Nueva York, Kathy Hochul, se comprometió el miércoles en el anuncio de su presupuesto estatal a destinar $1.000 millones de dólares a los solicitantes de asilo durante el próximo año, incluidos $767 millones de dólares para pagar el 29 por ciento de los costes de los refugios y HERRCs.

Adams ha defendido la ubicación del terminal de cruceros, prometiendo que será un “espacio con calefacción bien gestionado”. Fotos de una visita que hizo a las instalaciones el lunes muestran al alcalde jugando pingpong con los residentes y recorriendo una cafetería repleta de frutas.

Hasta el martes por la tarde de la semana pasada, dice el inmigrante colombiano que se aloja en el terminal, ni a él ni a otros les habían proporcionado mantas adicionales en preparación para el frente frío que llegó a la ciudad durante el fin de semana.

De un refugio a otro

Los inmigrantes que permanecen en el sistema tradicional de albergues del DHS de la ciudad afirman que también han sido objeto de frecuentes traslados y, en ocasiones, de malas condiciones. Desde que llegó a Nueva York en julio, la colombiana Bonnie Mosquera dijo que su familia había sido asignada a tres refugios diferentes antes de que a finales de septiembre llegara a un apartamento de dos habitaciones en la segunda planta de un refugio del Bronx.

A primera vista, el lugar parecía ideal: sus dos hijos, de 10 y 3 años, tendrían su propio dormitorio, mientras que Mosquera, de 34 años, y su marido, compartirían el otro.

“Los problemas empezaron a los pocos días de mudarnos, en septiembre”, explica Mosquera.  El techo del baño goteaba, encharcando el suelo. Ella rápidamente fregaba y secaba para evitar accidentes. Además, en octubre, con la llegada del frío, la habitación de Mosquera no tenía calefacción, y las ratas dejaban sus pequeñas granos de popó por la noche. “Me pusieron un poco de trampas y cinta pegante y se fue el senor. Y eso fue todo”, dice Mosquera, que señala que las ratas siguieron dejando rastros en el apartamento.

La situación llegó a un punto crítico el 7 de enero, cuando Mosquera se cayó en el cuarto de baño y no pudo moverse tras resbalar en el charco formado por las goteras. Fue trasladada al hospital Jacobi. 

“Afortunadamente, tengo seguro médico”, dijo Mosquera, que está inscrita en NYC Care, un programa de atención médica a bajo costo (o gratuito) para personas de bajos ingresos y no ciudadanos que no reúnen los requisitos o no pueden permitirse otra cobertura.

Desde la lesión, los ingresos familiares se han reducido. Ambos adultos trabajaban en el sector de la limpieza y Mosquera teme perder su empleo, ya que actualmente utiliza muletas y no puede permanecer de pie durante largos periodos de tiempo.

“Es lamentable que las condiciones en el sistema de refugios sean tan malas como para que la gente pueda sufrir cualquier tipo de lesión”, dijo Murad Awawdeh, director ejecutivo de la Coalición de Inmigración de Nueva York (NYIC por sus siglas en inglés), uno de los varios grupos de defensa que instan a los legisladores de la ciudad y del estado a centrar más recursos en conectar a los neoyorquinos en refugios con hogares permanentes, en lugar de abrir frenéticamente centros humanitarios de emergencias.

También han presionado a los legisladores para que amplíen el programa de ayuda al alquiler de la ciudad, CityFHEPS, para incluir a las personas indocumentadas, que actualmente no son elegibles para la ayuda al alquiler.

Cuando se le preguntó por la situación de Mosquera, el Departamento de Servicios Sociales de la ciudad (DSS por sus siglas en inglés) dijo que ha tomado medidas para hacer frente a los problemas que ella describió. “Proteger la salud y la seguridad de nuestros clientes es nuestra máxima prioridad”, dijo Neha Sharma, una portavoz. “Cada vez que nos enteramos de cualquier problema de mantenimiento inesperado con una unidad, trabajamos para abordar integralmente el problema lo antes posible”.

El 13 de enero, Mosquera y su familia recibieron una oferta para trasladarse a otro centro de acogida en Brooklyn después de que City Limits preguntara por su caso. Hicieron la mudanza, aunque dijeron que tuvieron que depender de un grupo de ayuda mutua para ayudar a trasladar sus pertenencias a la nueva ubicación.

“Menos mal que me caí yo y no mis hijos”, dice Mosquera.