Varios solicitantes de asilo que llegaron a la ciudad de Nueva York después de cruzar la frontera marcharon por primera vez en sus vidas en una marcha del Orgullo. City Limits habló con seis de ellos.

Adi Talwar

“Pasar por una multitud que te alababa y animaba, fue una sensación muy bonita”, Javier, quien llegó a la ciudad de Nueva York desde Venezuela, participó en su primera marcha del Orgullo el mes pasado.

Este artículo apareció originalmente en inglés el 10 de julio. Translated by Daniel Parra.
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Steven Uribe y Javier comenzaron a planear sus atuendos un mes antes: ropa blanca en la parte superior del cuerpo, maquillaje, falda, tacones y pantimedias hasta los muslos para Uribe, y una falda y botas negras para Javier.

Sería la primera vez que los amigos participarían en una marcha del Orgullo y querían lucir espectaculares. Desde jóvenes se habían probado vestidos, faldas, labiales y maquillaje, pero siempre en secreto. Ahora, en la ciudad de Nueva York, podían vestir lo que quisieran y ser quienes quisieran ser.


A Javier, quien pidió que no se usara su nombre completo por temor a poner en peligro su caso de inmigración, le tomó 40 años llegar a esto. Había cruzado más de 10 países con el objetivo de llegar a la Gran Manzana, donde creía que podía ser Javier, o Javierera, cuando quisiera.

“Desde que supe que existía el nombre de Javiera, me enamoré”, dijo Javier, de 40 años.

Javier sabía que había marchas del Orgullo en Venezuela, así como en otros países de América Latina, pero nunca se sintió seguro participando en ellas: su carrera se vería afectada, su familia no lo sabía —y aún no lo sabe— y la violencia contra miembros de la comunidad LGBTQIA+ era común.

“Después de que pequeños grupos de personas me habían hecho sentir tan mal, pasar por una multitud que te alababa y animaba, fue una sensación muy bonita”, dijo Javier sobre la experiencia de marchar en el desfile del 25 de junio en Manhattan, en donde se estima que participaron 2 millones de personas. “Me sentí muy halagado”.

En el último año, la población en los albergues de la ciudad ha llegado a los 100.000 y más de 50.000 inmigrantes permanecen bajo el cuidado de la ciudad, superando la cantidad de personas sin hogar de la ciudad, han señalado los funcionarios de la ciudad.

Sin embargo, no está claro cuántos de esos solicitantes de asilo se identifican como LGBTQIA+ o cuántos podrían estar buscando refugio en la ciudad debido a su orientación sexual o identidad de género, uno de los causas principales para los inmigrantes que abandonan su país de origen, dicen los defensores.

El Departamento de Servicios para Personas sin Hogar (DHS por sus siglas en inglés) de la ciudad de Nueva York y NYC Health + Hospitals, dos de las principales agencias a cargo de la respuesta a la llegada de inmigrantes a la ciudad, dicen que no rastrean de manera exhaustiva esta información.

Durante la evaluación que se realiza cuando un inmigrante llega a la ciudad en busca de refugio, las personas pueden identificarse voluntariamente como LGBTQIA+.

Aún así, la falta de información específica sobre orientación sexual e identidad de género sobre la comunidad LGBTQIA+ repite patrones históricos de falta de datos tanto a nivel local como federal, lo que hace que las disparidades, las inequidades y los impactos y necesidades diferenciadas sean más difíciles de identificar, dice el Center for American Progress.

“Si eso lo hubiera hecho en mi país me hubieran hecho bullying”

De puertas para fuera la ciudad de Nueva York vende una reputación como una de las ciudades más progresistas para las personas LGBTQIA+, pero hay mucho trabajo por hacer para abordar los desafíos que enfrentan los miembros de la comunidad sin hogar, quienes experimentan tasas desproporcionadamente altas de falta de vivienda, según los defensores.

“La magia de la marcha [del Orgullo] es muy linda, pero aguas abajo están las particularidades de los grupos y la interseccionalidad”, dijo Yonatan Matheus, cofundador de América Diversa, una organización sin fines de lucro que apoya a las personas LGBTQIA+ de origen latino en la ciudad.

El sistema de DHS tiene solo un refugio dedicado a adultos LGBTQIA+, Marsha’s House, que lleva el nombre de la íconica Marsha P. Johnson. Casi todos los demás albergues LGBTQIA+ son para menores de 25 años.

Los albergues restantes de la ciudad están organizados predominantemente según el género binario, explica Stephanie Rudolph, abogada de Legal Aid Society: los hombres van a los albergues para hombres, las mujeres van a los albergues para mujeres, las familias con hijos menores van a lugares no congregados adecuados para ellos —siguiendo los requisitos mínimos del ‘derecho a refugio’— y las personas transgénero van a la categoría de refugio en la que se sientan más cómodas.

Sin embargo, la complejidad de las circunstancias individuales a veces requiere la intervención de los defensores para cambiar de albergue. En los últimos meses, Rudolph ha ayudado a cuatro inmigrantes a ser reubicados en refugios con acceso a duchas no comunales y baños privados.

“Legal Aid Society está presionando para que se evalúen más a las personas LGBTQ”, dijo Rudolph.

Y no están solos: un proyecto de ley que exige informes trimestrales sobre la población LGBTQIA+ sin hogar de la ciudad, tanto en albergues para jóvenes como para adultos, fue aprobado por el Concejo Municipal en junio y está a la espera de la firma del alcalde.

El proyecto de ley en su forma actual no incluye la inclusión de información sobre el estado migratorio de los residentes del refugio. City Limits se puso en contacto con Althea Stevens, la principal proponente del proyecto de ley, pero ella no dijo si haría modificaciones para incluir a los inmigrantes LGBTQIA+.

Ahora que Javier está en un lugar donde se siente seguro para explorar su identidad por primera vez, él ha comenzado a pensar y considerar quién quiere ser, incluida la decisión personal de hacer o no la transición. Todo esto mientras al mismo tiempo aprendía un nuevo idioma, navegaba por el sistema de refugios, encontraba un trabajo y empezaba una solicitud de asilo.

“Aquí tampoco es fácil por el tema migratorio”, dijo Javier. “pagar abogado es muy costoso. Hay una serie de requisitos te poenen un poco mal”.

Pero en otros sentidos, siente que finalmente encaja. América Diversa, de la que Javier y Uribe son miembros, organizó un grupo de inmigrantes LGBTQIA+ para marchar en en Manhattan.

“Pude salir con mi grupo a la marcha”, dijo Javier. “Si eso lo hubiera hecho en mi país me hubieran hecho bullying”.

Aunque no todo salió como estaba previsto el día del evento: Javier y Uribe llegaron tarde y no pudieron encontrar a la cuadrilla de América Diversa, muchos de ellos inmigrantes que también participaban por primera vez.

Erika y Jeni, una pareja de Colombia estaban entre ellos. Ellas habían creado un cartel que de un lado decía “Por ser lesbiana me tuve que ir de mi país” y del otro lado, “Colombia país homofóbico”.

Alex Krales/NYC Council Media Unit

Una escena de la Marcha del Orgullo en la ciudad de Nueva York de 2023 en Manhattan.

Ellas también llegaron tarde a la marcha. Frustradas, buscaron un lugar para verla, con la suerte de ver pasar a la escuadra de América Diversa minutos después. Entonces entraron en la multitud.

“Me sentí como J Lo”, dijo Erika, quien pidió que no se usara su nombre completo por temor a poner en peligro su caso de inmigración mientras estaba pendiente. “La gente me pidió fotos, me entrevistaron en televisión, y yo aproveché el momento para decir ‘Amo a Jeni’ en cámara. Eso fue lindo”.

En Nueva York por fuera, en Latinoamérica por dentro

Venezuela se mantiene en una lista de países de América del Sur que no permiten el matrimonio entre personas del mismo sexo. Cuando la pareja venezolana Daniela y Nikol llegaron a la ciudad en abril del año pasado, sintieron que el proceso de entrada al albergue no era tan fácil para parejas como ellas que no tenían forma de casarse antes de emigrar.

“No pensé que fuera un requisito tan estricto”, dijo Daniela, quien pidió que no se usara su nombre completo por temor a poner en peligro su caso de inmigración.

Cuando la pareja llegó por primera vez al centro de admisión de la Oficina de Asistencia para la Prevención y Vivienda Temporal (Prevention Assistance and Temporary Housing o PATH por sus siglas en inglés) de la ciudad, se les pidió que presentaran su certificado de matrimonio, ellas dijeron.

“Nikol comenzó a llorar. No teníamos dinero, no teníamos teléfono”, dijo Daniela.

Uno de los requisitos para que las parejas sean ubicadas como tales en el sistema de albergue es que muestren un certificado de matrimonio o una unión de hecho —lo que a su vez requiere de un documento de identificación, que muchas veces es confiscada al cruzar la frontera.

Kate Barnhart, quien dirige New Alternatives, una organización que brinda capacitación y comidas para jóvenes LGBTQIA+ sin hogar, dijo que este es uno de los problemas más frecuentes que reportan las parejas queer de todas las edades.

Reconociendo que los solicitantes de asilo recién llegados pueden no poseer documentación de su matrimonio o pareja de hecho, el DHS está dando a los inmigrantes un tiempo para presentar los documentos. Daniela y Nikol fueron aceptadas y se les dio un plazo para presentar su documentación.

Los centros humanitarios de emergencias humanitarias y socorro (HERRC por sus siglas en inglés) no tienen requisitos para demostrar la unión, por lo que las parejas LGBTQIA+ pueden ubicarse juntas en una habitación en un HERRC siempre que haya capacidad disponible, dijo NYC Health + Hospitals, que ayuda a operar estos sitios de refugio de emergencia.

Nikol le había propuesto matrimonio a Daniela hace dos años y ella había aceptado. Pero no fue hasta agosto del año pasado que lograron casarse en la ciudad de Nueva York, días antes de la fecha límite para presentar los documentos.

“En el camino decíamos que éramos primas, por miedo”, dijo Daniela, recordando la larga travesía desde América Latina. “Aunque el niño nos decía ‘Mamá’ a las dos y la gente se quedaba mirando. Fue complicado fingir porque en la mayoría de países latinos no nos aceptan”.

Incluso en territorio estadounidense y mientras estuvo en la ciudad de Nueva York, esa aceptación no está garantizada, y Uribe, un inmigrante colombiano, lo aprendió de forma dolorosa. 

Mientras estaba en Atlantic Armory, un refugio para hombres donde ha habido altercados entre oficiales de servicios para personas sin hogar e inmigrantes, Uribe y un grupo de inmigrantes que conoció cruzando la frontera en Piedras Negras, México, solían salir a buscar trabajo por las mañanas.

Uribe cuenta cómo vivir en lugares donde no podía ser abiertamente gay creó múltiples versiones de su personalidad.

“Soy una persona que se acomoda al espacio, para cada ambiente soy una persona distinta”, dijo Uribe, “y no dije que era gay [en el albergue]”.

En ese momento, Uribe solo tenía un par de pantalones cortos con la bandera del Orgullo, que usaba solo para dormir. Una mañana se despertó cansado y olvidó cambiarse cuando fue a la cafetería a desayunar.

“Sentía rumores, miradas mientras iba por las mesas de la cafetería”, dijo, notando unos pasos después que había olvidado cambiarse la pantaloneta.

Cuando recogió su comida y se dio la vuelta, vio que el grupo con el que salía en las mañanas a buscar trabajo estaba sentado en la parte de atrás, así que se dirigió hacia ellos, pero cuando se acercó, se levantaron y se fueron.

“Llegué a la ciudad gay del mundo pero aún sigo viviendo como si estuviera en Colombia”, dijo Uribe. “Ahí terminó la ‘amistad’, e incluso le había prestado a uno de ellos $40 dólares, pero desapareció”.

Uribe ha estado trabajando como limpiador durante meses y fue trasladado a un refugio de emergencia en un hotel, donde comparte una habitación con otra persona. Su compañero de cuarto no sabe que es gay y nadie en el trabajo lo sabe.

Adi Talwar

“Soy una persona que se acomoda al espacio, para cada ambiente soy una persona distinta”, dijo Steven Uribe, un solicitante de asilo de Colombia.

Javier tomó una decisión diferente, maquillándose y vistiendo ropa distinta para ir al trabajo, donde la mayoría del personal de limpieza del restaurante es venezolano. Según la Ley de Derechos Humanos de la ciudad, es ilegal que los empleadores discriminen por identidad de género u orientación sexual.

“No pueden maltratarme porque saben que hay consecuencias”, dijo Javier, sintiendo que ya no tiene que esconderse para protegerse.

Al igual que Uribe, Javier tampoco dijo nada sobre su identidad de género a sus compañeros mientras estuvo en un albergue en Brooklyn. Hace cinco meses, Javier alquiló una habitación en un piso de tres habitaciones donde ahora se siente lo suficientemente cómodo para empezar a maquillarse sin miedo.

El día de la marcha, los amigos estaban tan felices de poder expresarse de tantas maneras de pies a cabeza por primera vez, que tardar cuatro horas en maquillarse y llegar tarde al desfile no los desanimó en lo más mínimo.

“Es mi primera marcha [del Orgullo]”, dijo Javier, todavía asombrado. “En el medio de la calle nos expresábamos y a los lados el público admirando. Es distinto”.